Jarred Diamond y el fin del racismo



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A partir del siglo XV las sociedades europeas, sobre todo aquellas del noroeste se ven envueltas en unos de los procesos de desarrollo social y tecnológico más increíbles de la historia. Cada día se hacen nuevos descubrimientos y las mejoras en producción agrícola y las actividades industriales de todo tipo pronto convierten a los europeos en una elite mundial. Esta es una época también de descubrimientos geográficos. Desde finales de la Edad Media, Portugal había estado abriendo nuevas vías comerciales con el este de Asia, rodeando África. Como es bien conocido, a finales del siglo XV Castilla financia la expedición de Cristóbal Colón que promueve el descubrimiento de América.


Este rápido y constante avance científico y tecnológico conlleva una gran
mejora en las condiciones de vida de los ciudadanos europeos a lo largo de estos siglos. Según pasan los años las hambrunas se hacen menos frecuentes, la medicina mejora a pasos gigantes, las infraestructuras son cada vez más eficientes y seguras y el estado puede garantizar una vida digna para la mayoría de los ciudadanos.


Pero todo progreso tiene su lado oscuro. En este artículo voy a hablar de uno de los aspectos negativos más destacados que se derivan del milagroso desarrollo global de las sociedades occidentales modernas, el racismo, para luego destruir gran parte de la base ideológica de este a través de las ideas del gran intelectual Jared Diamond expuestas en su libro “Armas, gérmenes y acero”.


 La psicología humana a menudo difiere en gran medida de la imagen general que tenemos de ella. Tendemos a pensar que nuestra percepción del mundo es correcta y objetiva a rasgos generales. Esto lógicamente lleva a ciertos conflictos, ya que todos tendemos a creer que nuestra versión de la realidad es más cercana a la verdad y por lo tanto los demás suelen estar (desde nuestro punto de vista) equivocados la mayor parte del tiempo o aún peor, mienten por su propio beneficio porque sus estándares morales son siempre más bajos que los de uno. Más aún, por lo general cada uno de nosotros somos el más inteligente, fuerte, honesto guapo o agradable y en general solo una evidencia irrefutable tiende a convencernos de lo contrario. Esto tiene cierta lógica. Ser capaz de auto convencerse de tener razón puede inflarle a uno de confianza, llevándole a la victoria.


Afortunadamente, en la actualidad la gran abundancia de medios para registrar nuestras acciones y opiniones como la escritura o los medios audiovisuales,  nos hace a menudo tener que dejar de lado nuestro ego y admitir que a menudo nos engañamos a nosotros mismos por interés. Si cambiamos de sujeto y nos centramos en el análisis de grupos humanos y sociedades complejas veremos que esta capacidad de autoengaño sigue vigente y a veces incluso se magnifica. Este es el caso de las grandes conquistas y la colonización de casi la totalidad del globo por parte de los europeos en los últimos siglos que rápidamente creó un sentimiento colectivo de superioridad frente al resto de los grupos humanos del planeta.
 No es extraño si tenemos en cuenta la mencionada capacidad de los humanos para atribuirnos todo tipo de virtudes mientras que convertimos a los demás en los malos de la película. Por lo general si a un humano le sonríe la suerte, no tarda mucho en atribuir su buena fortuna a su propia capacidad y buen hacer y a un respaldo del destino, a un decreto divino. La cuestión es que en la mayoría de los casos las circunstancias juegan un papel tanto o más grande que el nuestro en todo aquello que afecta a nuestras vidas. Un gran ejemplo para ilustrar este fenómeno son los juegos entre niños de corta edad. Existen ciertos juegos cuyas reglas hacen que el resultado del juego sea totalmente aleatorio e independiente de las habilidades de cada jugador. Es el caso de muchos juegos de azar. Cuando los niños de corta edad comienzan a participar en juegos reglados a menudo son incapaces de apreciar el carácter aleatorio de ciertos resultados y asocian estos a su propio saber hacer. Da la impresión de que a lo largo de nuestra vida dejamos de sentirnos emocionalmente vinculados a este tipo de resultados aleatorios en casos obvios como el Juego de la Oca, pero por lo general queda un residuo de esta actitud que es difícil de borrar. Hay quienes apuntan por ejemplo que los brókers en mercados de valores, a menudo aciertan más por suerte que por habilidad debido a la imposibilidad de prever los cambios en mercados movidos por leyes caóticas cuyo comportamiento matemático aún no se entiende y puede resultar ser intrínsecamente aleatorio. No es la opinión de la mayoría de los gurús de la bolsa que se ven a sí mismos como genios capaces de predecir el futuro.


Volviendo al gran éxito de las sociedades europeas a partir de los siglos XV y XV y teniendo en cuenta nuestra ingenua inclinación a atribuirnos todo tipo de cualidades positivas, parece predecible una tendencia social que considerase que todos los grandes éxitos de los conquistadores y colonos se debieran a algún tipo de habilidad intrínseca unida a un designio del destino. Y como bien sabemos así fue. Desde el primer momento los conquistadores españoles y portugueses se consideraban merecedores de disponer de los territorios conquistados debido a su supuesta mayor fuerza, inteligencia y bravura. Curiosamente, pronto los españoles serán vistos como un grado inferior de la raza blanca por los europeos nórdicos que dominarán la economía en siglos posteriores. Desde tiempos de los griegos, inclusos los filósofos e intelectuales ya tenían una tendencia a considerar a aquellos que vivían en sociedades no estatales como inferiores y menos inteligentes. En el caso europeo estas tendencias van progresando sincrónicamente con el desarrollo científico. Al principio las teorías racistas  eran bastante burdas y atribuían al hombre blanco todo tipo de virtudes sin justificación alguna.  Existía un debate entre los monogeístas y los poligeistas. Los primeros pensaban que todas las razas provienen de una misma raíz, por lo general Adán y Eva, que por supuesto eran blancos caucásicos. A partir de ahí las demás razas habrían degenerado por sus tendencias pecaminosas. Los poligenistas como es el caso de Cuvier y Meiner creían en distintos orígenes para las distintas razas pudiendo así asociar directamente virtudes, vicios y defectos a la propia naturaleza racial. Grandes intelectuales como Voltaire o Hegel se unen a esta distinción entre la “raza bella” y las razas brutas o salvajes.


Con el avance de la ciencia las explicaciones se hacen más sofisticadas. Schopenhauer usa el aún común argumento de que las razas nórdicas debido a su necesidad de adaptarse a las duras condiciones de vida provocadas por el frío evolucionan haciéndose más adaptables. Curiosamente los inuit del Polo Norte o los mongoles de las estepas no pasan por el mismo proceso a pesar de vivir en ámbitos aún más fríos. Charles Darwin considera que los humanos pertenecen todos a la misma especie, pero se deja llevar por las ideas racistas de su tiempo y considera que hay variedades más o menos civilizadas. El biólogo Ernst Haeckel contradice a Darwin y considera que los negros no han evolucionado en la misma medida de los primates. Para ilustrar su argumento usa comparaciones anatómicas un tanto curiosas como que sus dedos de los pies les permiten trepar árboles más rápidamente. Esto convertiría a Keith Richards en negro, si bien algo torpe.  Con el tiempo surgen distintas tipologías con distintas clasificaciones que justifican la superioridad blanca mediante distintos argumentos. A menudo se alude a la falta de inteligencia y sensibilidad de otras razas. Se insinúa que los negros por ejemplo, no sienten el dolor como nosotros y que necesitan ser dominados para poderse sentir seguros y en paz y no caer en la perdición.


Pero en un mundo donde la interacción entre las distintas razas es cada vez mayor, estos argumentos unilaterales de machitos europeos con un ego infinito y una capacidad de empatía algo mermada se empiezan a resquebrajar, aunque desgraciadamente a paso de tortuga. Hoy en día todos conocemos casos de niños adoptados que crecen como uno más en su entorno, y es evidente para aquellos con dos dedos de frente que la raza no es un factor en el desarrollo intelectual ni emocional de nadie. Poco a poco se va formando una sabiduría popular compartida (no por todos desgraciadamente). Si todos los niños adoptados crecen como uno más, las diferencias aludidas por las teorías racistas son absurdas. Hoy en día podemos estudiar el ADN de las distintas “razas” o grupos para contrastarlos. No solo nos encontramos con que las diferencias son mínimas. Además todos portamos una mezcla de genes provenientes de distintas razas en distintos porcentajes que nos dejarían boquiabiertos. Hoy sabemos que la especie humana estuvo al borde de la extinción hace memos de 100.000  años en África. 100.000 años en la escala evolutiva no es nada y eso explica la pequeña variación genética entre humanos. A muchos les sorprenderá dado que superficialmente hay diferencias notables. Pero diferencias ínfimas a nivel genético pueden crear una gran variedad de rasgos superficiales como color de piel o altura.


Quizás a algunos les podría parecer que lo que pasa realmente es que a ciertos intelectuales les interesa extrapolar argumentos políticamente correctos al estudio de la biología del ser humano y que realmente la realidad no va por este camino. Si nos centramos en el primer argumento estas sospechas serían correctas. Muchos intelectuales y más específicamente famosos biólogos como Jay Gould han luchado con todas sus fuerzas por borrar las trazas de racismo e injusticia del mundo de la ciencia. Y da la impresión que hubieran tomado esa senda aunque la realidad apuntara en otra dirección. Lo bueno es que realmente la realidad si encaja con el anhelo de Gould. Yo incluso apuntaría que para la sorpresa de muchos que, aun intentando ser políticamente correctos, hasta hace poco han creído y aún creen en la superioridad de los descendientes de los europeos. Una de las razones más potentes que mantienen en la psicología colectiva algunos posos de racismo es que aún queda por explicar por qué algunas civilizaciones se han desarrollado a niveles increíbles mientras que otras ni siquiera han llegado a formar estados.


Y aquí es donde entra en juego el maravilloso libro de Jarred Diamond “Gérmenes, armas y acero”. En él, Diamond expone razones claras por las cuales la probabilidad de la emergencia de civilizaciones avanzadas en Eurasia es enorme, mientras que a los habitantes de otras zonas les hubiera resultado imposible formar estados estables capaces de crear tecnologías complejas. La teoría deja algunos flecos sueltos como por qué Oriente medio se estanca en un momento dado mientras que Europa Occidental avanza como ningún otro caso en la historia. Pero continuando por este camino estoy seguro de que aparecerán razones racionales que expliquen este fenómeno. No dudo del mérito de los europeos nórdicos, ni de su inteligencia y civismo, pero dudo que estos solos puedan explicar su reciente supremacía.
Un argumento que podría ser esgrimido fácilmente por alguien racista es, que si otros los humanos de otras áreas geográficas son tan inteligentes y hábiles como los europeos ¿Por qué no se han desarrollado como estos? Todos hemos tenido las mismas oportunidades ¿No?
Pues resulta que no. En un mundo donde todos estamos rodeados de los mismos cultivos agrícolas y animales domésticos utilizados para la explotación ganadera, uno tiende a pensar que esto siempre ha sido así. El talento de Diamond fue darse cuenta de que precisamente ese no es el caso. No todos los habitantes de los distintos continentes tenían acceso al tipo de animales y cultivos comestibles para domesticar que nosotros tenemos ahora. Puede parecer que uno puede empezar a cultivar partiendo de cualquier tipo de planta o domesticar cualquier tipo de animal. Pero este no es el caso. De entre las millones de especies de plantas y animales que existen en la tierra solo un puñado son aptas para la agricultura. Hoy en día maíz, trigo, patatas, vacas y cerdos se extienden por todos las zonas habitadas por humanos. Pero esta situación es reciente y no se daba antes de que los grandes avances en los medios de transporte permitieran transportar semillas y animales a cualquier parte.


Si volvemos diez mil años atrás, antes de la aparición de las primeras civilizaciones nos encontramos con que la distribución de las especies animales y vegetales que permiten el desarrollo a gran escala de la agricultura está repartida de forma muy desigual entre los continentes. Párate a pensar por un momento. Realmente lo sabes ¿En qué zona del mundo se concentraban la mayor parte de este tipo de recursos? Sí, tiene que ser un sitio mítico, conocido por todos… Y por supuesto ese sitio es Oriente Medio, la cuna las primeras grandes civilizaciones de la humanidad. Los primeros poblamientos permanentes, las primeras ciudades y estados. La civilización sumeria y acadia. Babilonia y Persia. ¿Por qué allí y no en otra parte? La respuesta es fácil. Trigo. La semilla dorada que ha alimentado a miles de generaciones de campesinos desde tiempos inmemoriales crecía en su forma salvaje en todo el área de Oriente Medio. El trigo es un grano mágico. No solo aporta una gran cantidad de proteínas sino que además su cultivo es relativamente sencillo y almacenado en un lugar seco y protegido de la luz del sol puede durar años. La capacidad de almacenar surpluses de las cosechas en los años de bonanzas para ser usados en periodos de escasez tiene una importancia enorme a en el proceso de formación de los primeros estados. Este grano necesita ser almacenado y empiezan a hacer falta infraestructuras para su transporte y almacenamiento y administradores para su distribución. El grano permitirá criar a generaciones cada vez más numerosas de campesinos que si bien sufrirán carencias nutritivas, pueden producir suficiente comida para ellos y para mantener un ejército y una administración que sustente el progreso tecnológico creando un círculo de progreso tecnológico que se retroalimenta constantemente y que ya sabemos a dónde conduce. Da la impresión que allá donde existe un cereal apto para la agricultura aparece una gran civilización. China  nace de la domesticación del arroz mientras que las grandes civilizaciones precolombinas le deben su existencia al maíz. Otros cereales hacen su aparición por supuesto. De 56 hierbas altas con semillas gruesas aptas para su uso en la agricultura 32 aparecen en la zona de Oriente Medio y el Mediterráneo.


En otras áreas, las especies locales de plantas no cumplían las condiciones necesarias para el completo desarrollo de la agricultura. Como ejemplo, en Nueva Guinea, isla muy querida para Diamond y que usa a menudo como comparación dada la gran habilidad e inteligencia de sus pobladores. Los agricultores guineanos desarrollaron el cultivo del taro. Esta es una planta de aproximadamente un metro de alto con grandes hojas verdes que se cultiva sobre todo por las propiedades nutritivas de su tallo. Pero este no puede competir ni de lejos con el aporte proteínico de cereales como el trigo o el arroz y no se puede almacenar por mucho tiempo. El taro permite el sustento de pequeñas comunidades agrícolas. Pero todos tienen que trabajar en los campos y en ningún modo sirve para alimentar individuos liberados de las tareas primarias que puedan desarrollar nuevas tecnologías.  Tampoco existe el incentivo para ello sin guerreros profesionales que defiendan tu aldea de ser arrasada por cualquier grupo vecino en cualquier momento.


Los cereales como hemos visto se convierten en el motor principal de las civilizaciones emergentes junto a otros cultivos como la oliva, las leguminosas o plantas usadas para  la confección de vestidos como el algodón o el cáñamo. Pero es innegable que otro gran impulso viene de la domesticación de animales para distintos usos. El primer animal en ser domesticado es el perro, que puede haber sido domesticado por distintos grupos humanos en distintos momentos, dado su carácter social. Pero la gran diferencia viene con la domesticación de mamíferos de gran tamaño que pueden ser usados tanto por su carne y leche, como por su poder físico para tirar de un arado o transportar mercancías. Desgraciadamente los mamíferos suficientemente grandes para producir un beneficio no son tan numerosos como podríamos desear. De unas 150 especies con el tamaño adecuado solo 14 han sido domesticadas, todas en la antigüedad. Desde entonces no se han sumado nuevas especies. Existen algunas excepciones como los renos que son criados en zonas cercanas al Círculo Polar Ártico, que se deben a situaciones extremas y que nunca se han extendido a otras regiones. Casos como los elefantes domados en India tampoco cuentan ya que no son animales domésticos. Nadie ha podido domesticar a los elefantes, solo capturar ejemplares salvajes jóvenes para su doma, que es especialmente costosa y peligrosa, sin contar con que el elefante solo responde ante un humano que normalmente ha crecido y pasa toda la vida con él. Pareciera que cualquier gran mamífero en principio pudiera ser domesticado ¿Por qué un burro sí y una cebra no? La dificultad sin embargo es, que un animal doméstico necesita cumplir una serie de condiciones. Principalmente ha de ser sociable. Algunos animales si se ven encerrados en un cercado tienden a matarse los unos a los otros peleando a asfixiándose intentando huir todos a la vez. Además deben responder a algún tipo de jerarquía para que el humano pueda colocarse en la cumbre de la pirámide y conseguir que el grupo le obedezca. Por eso algunos candidatos obvios como cebras o antílopes nunca han cedido a vivir entre humanos, mientras que caballos, vacas u ovejas no tienen problema alguno.


De nuevo Eurasia se lleva la palma en lo que es acceso inicial a especies de mamíferos domesticables. De las 14 especies de mamíferos domesticables 13 se encontraban en Eurasia y solo una en América. La llama. Es lógico hasta cierto punto ya que Eurasia es con diferencia la mayor extensión continental intercomunicada, que además conecta con el Norte de África. El África subsahariana a pesar de su gran abundancia de grandes mamíferos no aporta ninguno a la lista de animales domésticos usados en la agricultura tradicionalmente. No tener acceso a la ganadería priva a las comunidades campesinas en distintas zonas del globo no solo de la gran fuente de proteínas y calorías que son los distintos productos de origen animal. Además los labradores no se pueden ayudar de animales más poderosos y deben hacer todo el trabajo con sus propios músculos. Durante la conquista de América se hará patente otra ventaja relevante del contacto con ganado. Los habitantes de Europa que se lanzaron a la conquista del nuevo continente, habían desarrollado durante siglos de contacto con sus animales domésticos inmunidad a una gran variedad de patógenos provenientes de estos. Al entrar en contacto con los americanos nativos estos rápidamente se contagiaron de enfermedades a las que sus ancestros no habían sido expuestos y que por tanto no habían tenido la posibilidad de desarrollar resistencia. Estas enfermedades diezmaron a los nativos de una forma que ninguna de las armas de los europeos habría sido capaz. Tanto para los grandes imperios como para pequeñas comunidades sedentarias y nómadas, los animales domésticos ayudaron a desarrollar nuevas técnicas agrícolas más efectivas, sistemas de transporte, y a mantener una élite de militares y administradores bien nutridos. Los animales liberaban a los humanos de muchas tareas, dándoles la oportunidad de invertir ese tiempo en pensar, investigar, estudiar y otras ocupaciones que finalmente revierten en nuevos avances tecnológicos y sociales.
Hemos visto por tanto que las civilizaciones no florecen por casualidad, y mucho menos por que se dé el caso de que un grupo humano demuestre ser superior a otros. Las grandes civilizaciones de la antigüedad se forman en torno al descubrimiento de uno o varios cereales, que permiten crear comida en exceso para alimentar a especialistas que se dediquen a tareas como el arte, la ciencia, la religión, la administración o a la carrera militar y esto hace que estas sociedades entren en una espiral de sofisticación y competición mutua que las impulsa cada vez más lejos. La presencia de animales domesticables intensifica este proceso en gran medida.



Pero aparte de la distribución inicial de especies domesticables, Diamond introduce otro factor que aporta una gran claridad a la hora de explicar las diferencias entre áreas civilizadas y áreas que permanecen en el paleolítico. Las civilizaciones no existen aisladas las unas de las otras. La mayor parte del tiempo se establecen contactos entre las unas y las otras ya sea de forma agresiva, mediante guerras y otros conflictos, o en épocas de paz a través de lazos comerciales. Esto conlleva que los cultivos, animales y tecnologías de las unas, acaben siendo utilizados por las demás. Ya hemos visto como la gran masa terrestre de Eurasia ha proporcionado históricamente una cierta ventaja a sus civilizaciones, probablemente debido a su gran tamaño. Pero se da otra casualidad geográfica que intensifica esta ventaja en grado exponencial. Eurasia es un continente que se extiende sobre todo en un eje longitudinal este-oeste, mientras que los ejes longitudinales de América y África se extienden de norte a sur ¿Cuál puede ser la importancia de este detalle? De hecho es enorme. Debido a las características del globo terrestre los climas en la tierra varían sobre todo respecto a la latitud. Unos miles de kilómetros al norte o al sur tienen un impacto enorme en la temperatura y humedad media de una región. La flora y fauna de distintas áreas se adapta a factores como las horas de luz y la humedad y temperatura media. Por lo tanto un cultivo o animal determinado, que ha evolucionado para sobrevivir en unas condiciones particulares, puede ser incapaz de sobrevivir en una latitud diferente. La longitud sin embargo no produce variaciones importantes en el clima. Por tanto un cultivo que crece en un determinado punto en de la tierra, puede hacerlo de igual forma en toda la franja que se extiende a lo largo del eje este-oeste a miles de kilómetros de su lugar de origen dando la vuelta a la tierra si es preciso. Y lo mismo exactamente sucede con la ganadería. Por lo tanto, los cultivos y animales domésticos de áreas como Egipto, Mesopotamia, La India y China pueden ser intercambiables y cualquiera de las civilizaciones de Eurasia puede desarrollar su uso y beneficiarse de ello. Este no es el caso por ejemplo de las grandes civilizaciones de la América precolombina. Los cultivos que se desarrollaban en unas zonas, difícilmente podían servirles a otras civilizaciones agrícolas al sur o al norte, poco importa. Lo mismo exactamente sucede en África.  Y no hablemos de Oceanía, que por su pequeño tamaño tenía necesariamente muy pocas cartas para poseer algún cultivo o animal domesticable y que además difícilmente podría adaptar los que llegaran en canoas de madera desde latitudes más cálidas.


Si volvemos a la actualidad veremos que las zonas más desarrolladas del globo coinciden en general con aquellas que en su momento partieron con una cierta ventaja natural ofrecida por unas condiciones iniciales proporcionadas por el planeta mismo. Existen excepciones como los EEUU, pero estos se pueden considerar como una extensión de Europa a efectos civilizacionales. La ventaja inicial fue tanta que aún está presente. No quiero negar el mérito de los esfuerzos de muchos humanos y muchos pueblos y naciones a lo largo de la historia. Hay quienes en momentos han trabajado más duro y se han sacrificado por un futuro mejor. Pero si uno se fija en el devenir histórico uno se encuentra principalmente con grupos humanos machacando y subyugando en un círculo de violencia que no pareciera llevar a ninguna parte, y solo el crecimiento de sociedades con instituciones fuertes y fuerzas del estado que ayuden a mantener el control parecen capaces de pararnos. Así que yo creo que los occidentales de hoy en día simplemente hemos sido suficientemente afortunados de disfrutar la increíble escalada tecnológica y administrativa que se produce cuando suficiente gente puede dedicarse a labores otras que producir comida, gracias al mágico poder nutricional de una serie de cultivos y variedades de ganado. Yo no creo que ninguno de nosotros seamos intrínsecamente distintos a un aborigen australiano a un indio yanomamo. Lo que cambia son nuestras instituciones y complejos usos sociales que nos obligan a ser pacíficos, disciplinados, trabajadores y a veces un poco hipócritas y niñatos, por qué no decirlo. Pero si nos dejaran a nuestro libre albedrio todos seríamos posiblemente como niños. Muy amables con nuestras familias y amigos cuando estamos de buen humor, e implacables y crueles con aquellos que consideremos fuera de nuestro círculo.


Respecto a por qué fue Europa y no otra área la zona de nacimiento de la potente y ultra tecnológica civilización industrial moderna es difícil de decir. Diamond por ejemplo lanza posibles hipótesis. Una sería el desgaste de Oriente Medio. La sobre explotación unida a un cambio climático hacen que lo que era una tierra fértil con abundante vegetación se convierta en un desierto en su mayoría. Sin madera que usar como combustible y sin recursos hídricos suficientes,  los habitantes de Oriente Medio se ven obligados a retirarse a las pocas zonas húmedas del entorno y lo que antes era una tierra fértil y rica se convierte en un secarral. Europa sin embargo dispone de grandes bosques para ser usados como combustible y agua en abundancia. Los otros grandes contendientes en Eurasia son India y China,  hoy en día queda claro que aún están en la carrera. Por qué Europa y no China que había sido por siglos la zona más desarrollada del mundo a todos los niveles. Esta pregunta es realmente difícil. Diamond en este caso apunta a que el gran poder central del imperio chino pudo desincentivar la competitividad y por tanto la creatividad que los reinos independientes de la Europa post medieval si tenían en grandes dosis. Ciertamente estás cuestiones son un área a estudiar en donde nuevas hipótesis podrían arrojar luz sobre por qué Europa y no otra zona del globo ha sido la cuna de la ciencia moderna y de las sociedades industriales, más allá de la brillantez de ciertos individuos o grupos concretos en periodos particulares.


Volviendo al eje central del texto, creo que la disponibilidad de cultivos y animales sí es un factor claro en el desarrollo de las grandes civilizaciones de la antigüedad. Estas al fin y al cabo han sido el modelo de estado desarrollado hasta el advenimiento de los estados nación modernos. Si bien es cierto que se ha dado una cierta acumulación de conocimientos y avances, en el fondo las sociedades preindustriales europeas no dejaban de ser sociedades agrícolas cuyas características y dinámicas no son radicalmente distintas de aquellas de las antiguas civilizaciones de Mesopotamia, Egipto, India o China. El paso entre este tipo de sociedades y una sociedad moderna industrial es mucho menos complejo que para grupos que a principios del siglo XX aún vivían imbuidos en formas de vida cercanas al modelo de los cazadores recolectores o de granjeros primitivos. Esto explicaría a su vez por qué regiones como el Sudeste Asiático o India están consiguiendo industrializarse rápidamente.



Este árticulo expone principalmente las ideas del libro “Armas, gérmenes y acero” de Jarred Diamond y también me he ayudado de un artículo de la Wikipedia sobre teorías racistas.
Imagen: http://www.balansiya.com/ingredientes_trigo.htm

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