Dime lo que piensas y te diré lo que opino





Una imagen vale más que mil palabras. Por lo general, tendemos a confiar en nuestros sentidos por encima de cualquier cosa pero, ¿Seríamos capaces de confiar en ellos si todo el mundo nos llevara la contraria? Si un coche es azul, es azul pero, ¿Puede llegar a ser rojo si todos los que nos rodean opinaran lo mismo?

Angeles o demonios ¿Dónde nos lleva nuestro insitnto social?





¿Crees que la bondad o la malicia son en gran parte partes integrales de la personalidad de un individuo? ¿Qué los buenos tienden a ser buenos y los malos malos?  Quizás sea así en parte, pero existen evidencias, no precisamente recientes, de que es posible convertir a casi cualquier ciudadano modélico en un abusón cruel y sin escrúpulos y hasta en un asesino en potencia. Y por supuesto en lo contrario, en un sujeto con valores ético que respeta los sentimientos de los demás, o en muchas otras categorías que encajarían entre los dos extremos. En gran parte esto se debe a que somos

Hoyle vs. Gamow. La batalla por el origen de la materia






Hoy en día todos damos por sentadas teorías como la del desplazamiento de las placas tectónicas o el Big bang. Pero alguna de estas verdades que hoy en día se nos ofrecen como conocimiento ancestral en nuestras escuelas, son de hecho descubrimientos bastante recientes. En el caso del Big bang concretamente, su estatus de teoría estándar para explicar el origen del universo no se consolida hasta los años 60 del siglo XX. Su ascensión al olimpo de las grandes teorías científicas fue precedido por una encarnizada batalla académica entre dos de los astrofísicos con más personalidad del siglo XX y sus colaboradores, lo que las hace merecedoras de uno de los post de este blog.