¿Por qué una historia de dominación masculina? ¿Diferentes habilidades o diferentes imprescindibilidades?





La historia de la humanidad muestra una desagradable y repetitiva dominación patriarcal del hombre a la mujer ¿Existe alguna razón biológica que explique está dinámica? Posiblemente sí. Pero también posiblemente, más que denotar una superioridad de capacidades masculina, lo que tengamos sea una superior irresponsabilidad masculina y el hecho de que las mujeres en la historia de nuestra evolución han sido imprescindibles para la supervivencia de sus comunidades. A sabiendas de que me puedo estar metiendo en un lío, expongo algunas reflexiones sobre este espinoso tema.


Soy plenamente consciente de que el tema en el que me estoy metiendo es farragoso. Pero es algo sobre lo que llevo reflexionando desde hace años muy a menudo y hace poco leyendo el libro “De animales a dioses” de Yuval Hariri, encontré tres argumentos al respecto que ponían en duda mis teorías personales sobre el tema lo que me animó a escribir sobre él. El hecho de que a pesar de que las capacidades de hombres y mujeres en lo que respecta lo intelectual y lo laboral sean idénticas en la práctica, las sociedades a lo largo de la historia hayan estado dominadas por hombres resulta algo incómodo y difícil de explicar. Desde hace unos años he opinado que la dominación masculina se debe a la única cualidad en la que el hombre destaca de forma evidente. La capacidad para ejercer violencia sobre otros. A la hora de trabajar, dirigir un equipo, hacer trabajo manual, artístico o intelectual hay poca diferencia entre sexos. Pero en el momento de pelear, el mayor tamaño, musculatura y ligera superioridad deportiva masculina hacen que en la mayoría de los casos los hombres tengan una suficiente ventaja. Esto sin contar con factores psicológicos como mayor agresividad. Según mi teoría el factor más determinante para que la mujer se haya podido liberar del yugo masculino en los últimos dos siglos, sería la existencia de los cuerpos de seguridad del estado que poco a poco han hecho que la violencia física sea una estrategia nula, de esta forma eliminando la única ventaja de la que disponía el género masculino para ejercer su dominación anterior. Una vez las mujeres no pueden ser amedrentadas con la violencia física estas pueden comenzar a luchar por sus derechos ya que en el resto de las áreas de la vida laboral, social, política, etc. todos somos iguales e incluso las mujeres nos superan ligeramente en algunos casos. Aquí me gustaría añadir que entre estos dos grupos yo me siento en gran parte en el equipo femenino, dado que físicamente no soy muy hábil a la hora de luchar, soy uno de los individuos que más agradece poder vivir en un mundo donde la violencia física ni siquiera se contempla a la hora de resolver conflictos. 

Este argumento me parecía convincente, sobre todo porque en mi opinión, la progresiva monopolización de la violencia por parte de la policía y otros cuerpos de seguridad, encaja perfectamente con el crecimiento de los movimientos feministas y en general con el declive del patriarcado y de la dominación de la sociedad de por parte de los machos más agresivos. Pero en su libro Hariri concluye que no existen teorías que expliquen claramente esta dominación masculina en la mayoría de las sociedades a lo largo de la historia. El presenta tres argumentos comunes y después los desmonta. Uno de ellos encaja en gran medida con mi idea, y ofrece contrargumentos bastante convincentes que me han hecho replantearme mi posición. Pero antes de intentar expresar mi nueva “teoría de andar por casa”, voy a enunciar los argumentos y contrargumentos de Hariri.

Previamente a esto, tratándose de género creo que puede ser una buena idea recordar la diferencia entre sexo y género. Sexo es algo totalmente biológico. Se nace con cromosomas XY o XX y esto conlleva una serie de diferencias fisiológicas entra las que destacan tener pene o vagina. Género es una construcción social que se asocia a cada sexo y que adjudica unas cualidades, comportamiento y usos sociales a hombres y mujeres (se pueden contemplar otros géneros como en el caso de los distintos transexuales, pero por simplicidad no centramos en los más relevantes históricamente). El sexo en sí no supone ninguna ventaja o desventaja a la hora de desarrollar nuestras vidas como ciudadanos, ni lo suponía para los cazadores recolectores que evolucionaron en la sabana y de los cuales somos descendientes. Sin embargo el las distinciones de género en la mayoría de las sociedades, han impuesto un yugo sobre la mujer mientras que proyectaban al hombre a la cumbre del escalafón social. Los tres argumentos más comunes que Hariri rebate y que vamos a ver a continuación, pueden ser considerados como un intento de establecer algún tipo de conexión entre sexo y género para explicar esta injusticia histórica tan constante en el tiempo y que solo ha comenzado a enmendarse en el último siglo o siglo y medio.

Fuerza física
Esta es la explicación tradicional que todo machista que se preste ha utilizado alguna vez. Por un lado podemos enfocar este punto desde la capacidad del hombre para ejercer una coacción física que como he comentado anteriormente creo que tiene una cierta credibilidad. Pero en este caso Hariri se refiere a la “supuesta” mayor capacidad del hombre para los trabajos de caza y recolección primero y agrícolas e industriales tras la revolución neolítica, que le habría conferido la capacidad de acaparar los medios de producción. El argumento es claramente débil. En primero lugar los hombres solo somos más fuertes que las mujeres de media. El número de chicas más fuertes y rápidas que yo es incontable. Por otro lado las mujeres son más resistentes a la fatiga, lo que es otra modalidad de fuerza física muy útil a la hora de trabajar. Aunque en la Europa de nuestros abuelos el trabajo agrícola se asociaba con los hombres, en muchas otras regiones a lo largo del mundo los trabajos más duros en el sector agrícola recaen en hombros femeninos. Creo que a todos nos vienen a la cabeza imágenes de documentales donde mujeres de distintos continentes cargan fardos más grandes que ellas a las espaldas o en equilibrio sobre la cabeza, mientras que esos hombres más grandes y musculosos no se dignan a echar una mano. Incluso en Europa las mujeres ayudaban en gran medida en el trabajo agrícola por mucho que se intentase negar esta colaboración, y durante los numerosos periodos de guerra, cuando los hombres eran reclutados para luchar en el frente, las mujeres se encargaban solas de las granjas familiares sin que la producción se viere comprometida por ello.
Mirando incluso más atrás, a las formas de vida paleolíticas mucho más intrincadas con nuestra genética como humanos, esta relación entre fuerza física y productividad se hace aún más tenue. Los estudios antropológicos hacen pensar cada vez más que los grupos de cazadores-recolectores que son nuestros ancestros dependían sobre todo del trabajo femenino para sobrevivir. Las hembras de homo sapiens a lo largo de la prehistoria habrían sido grandes recolectoras, siendo además capaces de cazar pequeños animales para proveer a sus hijos con las proteínas necesarias. Pero no solo a sus hijos. También tenían que alimentar a una panda de machitos haraganes que se pasaban el día peleándose para ver quién es más fuerte o más valiente, y que de vez en cuando, cuando la cacería les salía bien traían a casa un animal de gran tamaño y se formaba un banquete. Pero durante el resto del tiempo, se dedicaban a ayudar a las hembras en la recolección y a dependían en gran medida de ellas para sus sustento. 

Si las mujeres aguantaban a estas pandillas de machitos no era tanto porque les necesitasen para su sustento económico, como por el hecho de que por un lado les atraían físicamente y por otro estos tipos más grandotes tampoco tenían la intención de largarse y desaparecer y de dejar de aprovecharse de la más sólida y fieable economía femenina.

Agresividad
Otra posible teoría es que los hombres no solo son capaces de ejercer cualquier tipo de coacción física al ser más grandes y musculosos. También son más proclives y dotados para la agresión a nivel psicológico. Hoy en día hay muchos estudios que muestran que esta idea se sostiene a nivel biológico, que los hombres parecen tener cualidades específicas no solo para luchar entre ellos, pero también para la intimidación y para la formación de pequeñas coaliciones para ejercer acciones violentas contra posibles rivales.
La debilidad de esta teoría es que si bien es cierto que estas cualidades están sobre la mesa, a lo largo de la historia tenemos cientos de ejemples de líderes militares y de gobernantes con poder efectivo sobre grupos de mercenarios y ejércitos donde estas virtudes de matón de barrio en la que los hombres destacan no tienen valor alguno. Según subimos en los rangos de la jerarquía militar, cada vez encontramos menos tipos duros y otras habilidades más sutiles aparecen. Los grandes generales son inteligentes, meticulosos, trabajadores, manipuladores, personas con gran autocontrol y con la capacidad de anticipar los planes y las intenciones de sus enemigos. Si solo contamos este tipo de cualidades, las mujeres igualan e incluso superan a los hombres de largo. Probablemente la mayoría de sus soldados le podrían haber pegado una paliza a Alejando Magno, a Cesar o a Napoleón. En una reyerta en un callejón, estos grandes generales seguramente hubieran sucumbido ante la mayor agresividad del pandillero local, pero con un gran ejército en sus manos eran imparables.
Más aún, la mayor parte de estos ejércitos a lo largo de la historia han estado supeditados a algún tipo de poder político, ya sea un rey, un emperador, un alto funcionario imperial, un alto cargo de un gobierno republicano, etc. Si en el caso de los altos cargos del ejército las virtudes violentas y coercitivas del macho común pasaban a un segundo plano, en el caso de los cargos políticos la tendencia era aún más pronunciada. Cualquier signo de agresividad podría ser interpretado como una característica del vulgo que un gobernante no se puede permitir. Un ejemplo ilustrativo es Cesar Augusto, el primer emperador romano. Augusto era famoso por sus buenos modales y sus maneras diplomáticas. Era capaz de apaciguar los ánimos en la alta sociedad romana y de saber las ambiciones de cada uno, y tras su fachada de corrección movía los hilos en la sombra y manipulaba a unos y otros. Augusto no era en ningún modo el prototipo de héroe bélico, y sin embrago consiguió imponerse donde dos grandes líderes militares como Julio Cesar y Marco Antonio habían fracasado.
Por lo tanto, este argumento que en mi opinión tenía más sentido también hace agua. Es cierto que en el nivel más familiar, entre las clases menos privilegiadas, muchos abusones habrían usado la impunidad de los tiempos en los que la ley solo llegaba a los ricos, para esclavizar a sus mujeres y a otros hombres menos dotados para la violencia. Pero al menos entre la aristocracia, en un ámbito en el que la agresividad y la violencia física eran vistas como actitudes poco dignas más propias del vulgo, la situación debería haberse revertido ya que las habilidades sociales e intelectuales en las que las mujeres destacan eran esenciales. 

Genes Patriarcales
Este argumento enlaza con una idea muy documentada en el campo de la biología, pero que no es necesariamente transferible a las diferencias de género. En la mayoría de las especies machos y hembras tienen estrategias reproductivas diferentes. Si nos centramos en los grandes mamíferos, el grupo al que pertenecen los humanos tenemos dos estrategias claramente separadas para cada uno de los sexos y por razones de peso. Los mamíferos tienen la peculiaridad de crecer dentro del vientre de la madre. Esto hace que irremediablemente, la madre una vez fecundada tenga que destinar una gran cantidad de recursos, energía y atención a su cría. Además, por lo general, la hembra es también la que cuida de sus crías una vez nacidas y hasta que estas se valen por sí mismas, con algunas excepciones entre las que nos contamos lo humanos, y siempre está segura de que la criatura es suya, lo que no sucede con el hombre. Esto conlleva que entre la mayoría de los mamíferos las hembras sean muy selectivas a la hora de elegir macho, ya que van a invertir mucho en la cría de ambos. Por su puesto esto no es una decisión consciente, sino que es la selección natural la que hace que las hembras que sigan esta estrategia dejen más descendientes en las siguientes generaciones. Por otro lado los machos pueden escaquearse y dejar que las hembras hagan todo el trabajo de la crianza. Y esto es lo que suelen hacer, y toda la energía y esfuerzo que se ahorran lo invierten en luchar contra otros machos por el acceso a las hembras. Si imaginamos un grupo de leones marinos o una manada de ciervos podemos visualizar el concepto, con los machos peleando por su harén. Por su puesto existen casos menos extremos, en los que los machos pelean menos y colaboran más. Un pista para saber que especies en el reino animal son más igualitarias es la relación entre el tamaño de machos y hembras. Si son iguales, no hay mucha diferenciación social. Si el macho es más grande, los machos luchan por el acceso a varias o a todas las hembras.

Dentro de los primates los gorilas machos son mucho mayores que las hembras mientras que los mucho más democráticos bonóbos son casi iguales. El hombre se encuentra en un punto intermedio con la peculiaridad de que hay una tendencia a formar parejas más o menos permanentes entre ambos sexos y las hembras mantienen el celo durante todo el año.

El tercer argumento que Hariri intenta desmontar va en esta línea. Según esta teoría, enlazando con otras especies animales, los machos de la especie humana tienen la tendencia a ser ambiciosos ya luchar por el poder, mientras que las hembras son más dóciles y sumisas y prefieren quitarse del medio y cuidar de sus hijos. 

Hariri intenta desmentir este argumento asumiendo que este implica que las mujeres hembras serían dependientes de los hombres para cuidar sus crías, lo que según él es absurdo ya que estas podrían buscar ayuda en otras mujeres evitando esta dependencia. Después pone ejemplo de algunas especies de mamíferos donde está interacción entre la dependencia de ayuda externa de las hembras y la competitividad de los machos desemboca en sociedades matriarcales como en el caso de los elefantes o las hienas.

Yo en este punto sin embargo creo que Hariri se sale por la tangente y rebate un argumento distinto del que presenta. Estamos hablando de estructuras sociales y de poder, no de ayuda material, aunque es obvio que lo primero facilita lo segundo. Para mí lo que rebate este argumento es que en solo 150 desde que en occidente las mujeres han tenido acceso a la política y la vida pública, estas han subido rápidamente en cada área de poder existente. Aún queda mucho por hacer, pero en mi opinión el futuro continúa claramente en esta línea. Esto significa que no hay mucha diferencia en la capacidad para ejercer puestos de liderazgo, aunque probablemente la haya en los detalles de cómo se ejerce. En mi opinión esto tiene que ver con que la biología sí que influye en nuestra forma de comportarnos y organizarnos socialmente, pero no nos determina y dudo que, aunque en aspectos muy concretos cada sexo pueda destacar en uno u otro aspecto, estadísticamente las diferencias se cancelan y nuestras habilidades son casi idénticas.

Entones… ¿Son las diferencias de nuestra evolución genética las que han creado hombres arrojados y ambiciosos y mujeres caseras y sumisas motivando milenios de dominación patriarcal?
La respuesta sería en parte si y en parte no. Cuando hay una tendencia que aparece en la mayoría de las poblaciones humanas a lo largo de la historia, incluso entre culturas que jamás tuvieron ningún tipo de contacto directo o indirecto, es imposible descartar algún tipo de influencia biológica. Pero el que algo sea natural en lo biológico no lo hace natural en lo ético. Una de las grandezas de la cultura y más recientemente de la ciencia es que nos están permitiendo a los humanos el privilegio de liberarnos de la crueldad y brutalidad de la selección natural. 

Y en parte no porque la dominación a lo largo de los siglos no se ha debido tanto a capacidad como a circunstancia. Además, antes de continuar me gustaría redibujar los dos grupos que a los que nos hemos estado refiriendo. Voy a sacar del equipo masculino de los todos aquellos individuos más colaborativos y menos competitivos, cuyas estrategias evolutivas a lo largo de los años se han parecido más a las de las hembras, es decir: cuidar de tu familia, de tu pareja e hijos y colaborar con aquellos que te rodean para sobrevivir. A estos los voy a poner circunstancialmente en el equipo de las hembras. Y por el otro lado voy a dejar a aquellos cuya estrategia ha consistido en dejar de lado el trabajo diario y el cuidado de los tuyos y se ha centrado en luchar por el poder para poder confiscar los recursos del grupo y con ellos mantener el poder e impresionar a las hembras más fértiles. ¡Bienvenidos al Chicago de Al Capone!

Al principio del artículo mencionaba que el hecho de que la introducción de cuerpos de policía preceda ligeramente a los movimientos de liberación de la mujer, me hacía pensar que debe existir algún tipo de nexo entre los dos. Y como conclusión extraía que anteriormente la mayor capacidad para la violencia de los hombres era lo único que nos (o les) daba ventaja. Pero Hariri dejaba claro que la mayoría de los líderes militares e incluso líderes mafiosos, rara vez hacen uso de la violencia a nivel personal, a menudo son físicamente más débiles y comúnmente más ancianos que los matones a los que dan órdenes. Esto lleva a pensar que su éxito se debe a facultades mentales, la capacidad de interpretar mentes ajenas, predecir dinámicas de grupo, habilidades sociales, influir en las decisiones de otros. Nada hace pensar que las hembras o los hombres menos agresivos del grupo tengan estás capacidades menos desarrolladas. Yo diría que incluso lo contrario es más probable. 

Pero entones ¿Por qué hay que esperar a que el leviatán del estado industrial con sus implacables fuerzas de seguridad del estado pacifique a la sociedad para que las mujeres y los menos agresivos florezcan y accedan a ámbitos de poder e influencia? Ahora pienso que puede deberse al mayor valor intrínseco de estos últimos, de las mujeres y los hombres caseros y amables en lo que supervivencia se refiere. Creo que el grupo de mafiosos o de adolescentes rebeldes es un buen ejemplo de como un grupo humano puede acabar siendo viviendo fuera del control del estado. Esto no quiere decir que cada tribu paleolítica o neolítica fuera así de agresivas (aunque muchas lo eran), pero el grupo de machos tipo mafioso es un escenario plausible que nos hace más fácil acercarnos psicológicamente a la dinámica que nos ha mantenido oprimidos tantos siglos. 

Más aún, haciendo un poco de memoria, antes de que estuviéramos más o menos socializados, todos hemos vivido en esta jungla mafiosa en la que los malotes del cole nos tenían a todos amedrentados. Y yo recuerdo tener claramente la sensación de que en una pelea uno a uno era posible machacar a más de uno de los líderes mafiosos. Y de que cualquiera de las chicas de clase tenía más cualidades que aquellos memos para dirigir una pandilla incluso aunque fuera para hacer el gamberro y delinquir. 

La diferencia es que algunos tienen y otros carecen de sentido de la responsabilidad. Las mujeres a los largo de los siglos se han sentido responsables de conseguir que sus hijos sobrevivieran, y de ayudar a sus familiares y amigas a que sus hijos también lo hagan. Existía la posibilidad de andar todo el día patrullando las tierras del clan buscando bronca con los vecinos para ganar prestigio. Las mujeres eran plenamente capaces de crear coaliciones para entablar luchas intestinas y derrocar a los líderes del momento. Pero se arriesgaban a morir. Y si ellas morían sus hijos también. Y se arriesgaban a no encontrar o cultivar suficiente comida para sus hijos mientras perdían e tiempo pelando. Y esto ha sido así hasta que las sociedades industriales han comenzado a ofrecer seguridad física y seguridad alimenticia a los hijos de estas madres, que ya no ponen en riesgos la vida de sus seres queridos por participar en las estructuras que gobiernan sus sociedades.

Por su lado los machotes-machitos de antaño, como los mafiosos de ahora son totalmente prescindibles en lo que a la supervivencia de los miembros del grupo se refiere. Solo sirven para defenderte de otros grupos de mafiosos vecinos, si bien lo que sucede a menudo es que con sus luchas absurdas ponen en peligro a su grupo tanto o más de lo que lo protegen. Estos individuos desarrollan una estrategia vital en la que para perpetuarse genéticamente les vale la pena invertir toda su energía y esfuerzo en pelear con otros machos por el poder. Este poder a su vez les permite extorsionar al resto del grupo: mujeres, machos menos conflictivos, ancianos, niños… y extraer los recursos generados por los demás para atraer a algunas de las hembras más fértiles y atractivas. De nuevo esta estrategia no es consciente, pero aquellos que la siguen pasan sus genes a la siguiente generación (Esto no implica que los machos más colaborativos no lo hagan. Ambos tipos de personalidad se han perpetuado hasta el presente) Sin embargo está forma de vida por un lado hace imposible trabajar para conseguir comida. Si te pasas el día haciendo diplomacia y coaliciones para dominar a los otros machos y mostrando lo fuerte y valiente que eres, te queda poco tiempo libre para esto. Por otro, estás poniendo tu vida en riesgo constantemente. Estos dos factores hacen esta forma de vida imposible para las hembras. Si ellas se comportasen igual la especie desaparecería. Sin embargo estos “pandilleros” pueden dejar preñadas a un par de adolescentes antes de morir que se encargaran de hacer llegar sus genes a la siguiente generación. Y en el peor de los casos un tipo casi calcado a ti lo hará en tu lugar. Como no aportaban gran cosa a la comunidad, la economía sin ellos no se iba a resarcir y pronto habría otro insensato listo para ocupar el lugar del muerto en la jerarquía social. Este tipo de personajes, que ahora si admito no tienen que ser necesariamente más fuertes físicamente, han dominado la historia porque no tenían nada que perder. Realmente nadie estaba bajo su cuidado directo, y ninguna actividad económica estaba gestionada directamente por ellos. Los pequeños mafiosos se convertirán en caudillos, generales, cónsules y emperadores y a lo largo de los siglos dirigirán el mundo porque no tienen nada que perder. La vida de sus hijos no depende de sus cuidados. Nadie les necesita realmente.

Aquí es donde radica el éxito de la sociedad patriarcal, en que las mujeres y sus crías tradicionalmente han tenido mucho que perder metiéndose en política y en conflictos de grupo, por mucho que fueran tan hábiles como los machos para ello. Si las hembras humanas a lo largo de la historia se hubieran pasado la vida discutiendo para ver quién es más chunga, y se hubieran estado matando entre ellas no hubieran quedado humanos para contarlo. 

Y aún quedan vestigios de nuestros amigos mafiosos que nos impusieron el patriarcado. Por su puesto podemos mirar a los cárteles de la droga mejicanos o los yihadistas del estado islámico. Pero también tenemos a nuestros queridos ejecutivos, siempre al borde de un ataque cardiaco, señores que se deterioran rápidamente, la mayoría gorditos y aparentando ser más viejos de lo que son. Muchos han dejado a sus familias aparcadas mientras se pasan la vida luchando por ganar más dinero. Muy posiblemente hayan arruinado sus relaciones familiares y anden por ahí acostándose con alguna jovencita a la que impresionar con sus billetes. Estos escarceos amorosos ni siquiera esparcirán sus genes, porque estas chicas pueden usar anticonceptivos.  Pero aún tienen algo para mantenerles en el poder que las mujeres no tienen. La posibilidad de tirar su vida por la basura para conseguir más poder y todo el tiempo del mundo, porque nadie depende de directamente de ellos. Son fácilmente reemplazables por otro hombre gris de características similares y los hay a patadas.

Yo por mi parte no tengo dudas. Si tengo que elegir entre ser gobernado por hombres más interesados en luchar por sus honor y por demostrar su valía que por el bienestar de sus hijos y estar gobernado por mujeres que después de ocho o nueve horas de trabajo se tienen que ir corriendo a ver que hacen sus niños. No tengo ninguna duda.



Este post está inspirado en el libro:

“De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad” de Yuval Hariri.

Imagen:

 

No hay comentarios :

Publicar un comentario