Móviles y WIFI ¿Pueden provocar cáncer?




¿Puedes desarrollar un cáncer cerebral debido a tu uso del teléfono móvil? ¿Hay una conexión entre WIFI y cáncer? ¿Deberíamos evitar el uso de este tipo de dispositivos para mantenernos a salvo? En este artículo vamos a reflexionar sobre este tipo de preguntas.


Ahora que los humanos sobrevivimos a la mayor parte de las enfermedades transmisibles causadas por parásitos como virus y bacterias, que son las mismas que solían matar a nuestros ancestros, casi todas nuestras preocupaciones se centran en las enfermedades no transmisibles. Y de entre estas, el cáncer es una de las más terribles y peligrosas. Cientos de miles de personas sufren el cáncer y mueren debido a él. Por ello equipos de investigadores médicos a lo largo del planeta buscan constantemente formas de prevenir esta horrible enfermedad. A lo largo de los años este tipo de investigaciones nos han ayudado a construir una enorme base de conocimiento que nos permite saber que sustancias o radiaciones son potencialmente dañinas lo que nos permite protegernos de los posibles daños. Entre los principales carcinógenos encontramos sustancias como el plomo y el mercurio y otros metales pesados,  el alcohol y el tabaco y radiaciones como las provenientes de materiales radiactivos o la misma luz solar. De vez en cuando se suman otras sustancias menos dañinas, pero que a la larga aumentan las posibilidades de contraer un cáncer como ciertos conservantes en algunas comidas o incluso el tomar azúcar en exceso. 

Pero a veces la información que cala en la sociedad no se corresponde del todo con estas investigaciones. Por ejemplo, dado que muchos materiales y compuestos relacionados con la industria son carcinógenos, todo lo relacionado con la química adquiere un tinte de potencialmente tóxico. En muchos casos acabamos asociando todo substancia artificial con agentes potencialmente peligrosos. Es curioso, porque seguramente nunca hemos estado más a salvo de ser envenenados con químicos potencialmente dañinos que ahora. Hoy en día sabemos que sustancias evitar, y hay normativas legales que nos ayudan a mantener este tipo de riesgos a raya. Antes la gente se pasaba el día respirando humo de hogueras y en muchas ocasiones haciendo uso de materiales muy peligrosos con un total desconocimiento, especialmente en ciertas profesiones como curtidores o trabajadores del sector textil. Es curioso como la química moderna, que ha hecho nuestras vidas mucho más higiénicas y seguras, es considerada a veces como la fuente de todos los males y de todos los problemas de salud. 

Esto delata una curiosa tendencia social de demonizar ciertos avances científicos y tecnológicos por algunos de sus efectos colaterales perniciosos sin tener en cuenta el gran bien que conllevan a nivel más general. Hoy en día está surgiendo una nueva ola de desconfianza contra unas tecnologías que ya han revolucionado completamente el mundo de la comunicación. Los teléfonos móviles y el WIFI. Desde hace unos años han aparecido un gran número de artículos y reportajes advirtiendo de los peligros de las radiaciones emitidas por estos dispositivos. Ya hay quienes directamente asocian las radiaciones de estos aparatos con tumores cerebrales y daños cerebrales y existen activistas que luchan por un mundo libre de radiación. Existen incluso estudios científicos menores que encuentran una relación entre radiación y cáncer. 

Por otro lado, esta duda razonable está atrayendo la atención de todo tipo de científicos que se preguntan abiertamente sobre la probabilidad de que efectivamente estas radiaciones sean tan peligrosas. Existen algunas razones para ser escépticos. En todo momento, todos nosotros nos enfrentamos a todo tipo de formas de radiación, sea visible como la luz solar o invisible como la radiación de ondas de radio. La radiación de fondo de microondas del Big Bang siempre ha estado ahí fuera y desde haces décadas somos atravesados por las ondas de las estaciones de radio y televisión. Es cierto que la radiación de teléfonos y dispositivos WIFI es algo más energética que las ondas de radio con las que llevamos conviviendo desde hace un siglo. Pero está lejos de ser una radiación ionizante capaz de alterar las secuencias de ADN en nuestras células. Y si una radiación no puede alterar las moléculas que guardan nuestra información genética, es difícil entender cómo pueden causar cáncer. 

En el canal de Youtube Veritasium, Derek Muller reflexiona sobre este tema. Si bien es cierto que la radiación de la que estamos hablando es no-ionizante, las microondas pueden hacer que se liberen ciertos tipos de proteínas y estas podrían aumentar las posibilidades de desarrollar un tumor. De hecho según un estudio realizado en Suecia, el uso prolongado del teléfono móvil puede doblar las posibilidades de desarrollar un glioma, el tipo de tumor cerebral maligno más común. Y para aquellos que lo usan durante más de 25 años las posibilidades se triplican. Hay que resaltar que estamos hablando de gente que usa mucho el teléfono y que este tipo de tumor es poco frecuente. Las posibilidades de desarrollarlo en un año dado son de 3 entre 100 000, por lo que tras triplicarla la probabilidad de cáncer es aún baja. Aún así, si esto fuera un hecho confirmado merecería la pena tomar medidas.

Lo que sucede es que hay otros estudios que contradicen a este. Las contradicciones se deben en gran parte a la dificultad de realizar un análisis clínico adecuado para este caso. Lo ideal sería asignar un número dado de pacientes de forma aleatoria a dos grupos, uno a cuyos participantes se les pidiera hacer uso del teléfono móvil diariamente durante años y otro que no lo hiciera y luego comparamos si los usuarios de teléfono móvil han desarrollado cáncer en un porcentaje mayor. Pero como es evidente este estudio entrañaría muchas dificultades. En los casos en los que no se puede hacer un experimento controlado se recurre a los estudios de caso. En el caso del estudio sueco por ejemplo, se selecciona un número de pacientes con glioma y un grupo de control, de sujetos sanos pero de características parecidas a los primeros. Después se les pregunta por sus hábitos de uso del móvil y se intenta ver si hay algún tipo de correlación. El problema en este tipo de estudios es que es mucho más difícil contralar otros factores o variables que pudieran ser los responsables de los tumores.
En lo que se refiere al experimento que he mencionado su resultado no se ha podido replicar en otros estudios. En otro experimento a nivel internacional no se encontraron este tipo de relaciones tan fuertes, solo un ligero aumento en el porcentaje de cáncer en el 10% que más usaban el teléfono. Otro que siguió a un millón de mujeres durante 7 años en Reino Unido no encontró relación alguna con el cáncer cerebral. Un estudio Danés contrasto los registros de cáncer cerebral y uso del teléfono de todos los daneses y tampoco encontró relación alguna.
Por otro lado podemos considerar que debido a que desde hace más de una década, prácticamente el total de la población adulta europea utiliza el teléfono móvil diariamente, se entendería que si la radiación de los teléfonos produjera cáncer, la tasa de casos de glioma tendría que haber subido progresivamente a lo largo de los últimos años. Esto no ha sido así. Los porcentajes de glioma, no han mostrado cambios relevantes desde que el uso del móvil se ha extendido a la mayor parte de la población.
El equipo de investigación sueco ha defendido sus resultados. Por su lado otros expertos indican que esta desviación estadística se puede deber a que una vez seleccionado un grupo de pacientes que sufre un cáncer cerebral, cabe la posibilidad de que estos involuntariamente recuerden haber usado el móvil más a menudo de lo que realmente lo hacían. Este tipo de asignación de culpa a algo concreto es razonable asumiendo como funciona la psicología humana. 

Yo por mi parte, cuanto más leo sobre el tema más escéptico me vuelvo en lo que se refiere a la conexión entre teléfonos móviles o aparatos inalámbricos  como el WIFI y cáncer. No hay bases teóricas sólidas que expliquen porque esta radiación pudiera alterar el ADN y los estudios clínicos más serios no apuntan en esa dirección. Aún así siempre es buena idea ser precavido. Yo por ejemplo siempre apago el WIFI antes de irme a dormir e intento no acercarme el teléfono a la cara mientras está estableciendo la conexión que es el momento de mayor emisión de ondas. También puede ser buena idea mantener a bebes y menores apartados de este tipo de tecnologías en la medida de los posible. Aunque creo que es poco probable, hay quien propone que las radiaciones de teléfonos y módems podrían afectar el desarrollo cerebral. No creo que pase nada porque los niños no utilicen móviles. En lo que se refiere al WIFI es difícil aislarlos, pero siempre que sea posible se pude intentar evitar la exposición. Algunos países han limitado las frecuencias de radicaciones microondas en torres telefónicas y conexiones de red en edificios públicos, a los niveles energéticos más bajos posibles. Si la red sigue funcionando la medida no perjudica a nadie y puede prevenir futuros riesgos. Enumerada todas estas posibles precauciones, aún parece razonable considerar que incluso sin estas medidas, la posibilidad de desarrollar un tumor como consecuencia de la exposición a estas tecnologías es probablemente nula, que es algo a tener en cuenta a la hora de posicionarse públicamente al respecto y de presionar a nuestros políticos y legisladores en una dirección u otra.




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