A veces es difícil para gran parte de la población seguir
ciertos argumentos ya sean políticos, científicos, históricos... Por un lado
hay mucho que saber y nuestro tiempo es limitado. Ciertos temas requieren un
cierto interés y algo de dedicación si uno quiere llegar a entenderlos lo
suficiente como para que tu opinión empiece a ganar un cierto valor y no todo
el mundo tiene la motivación necesaria para llegar a este punto. Desafortunadamente
nuestra opinión como ciudadanía a menudo tiene el mismo peso en la toma de
decisiones políticas independientemente de que estemos bien informados y
hayamos desarrollado una intuición válida sobre un tema o no.
Este hecho no pasa desapercibido para muchos personajes y organizaciones extremadamente poderosas que aprovechan este desinterés generalizado por el conocimiento para fines bastante oscuros. Centrándome ya en el área de la ciencia, muchos lobbies con intereses muy determinados saben que la mayor parte de la población tiene unos conocimientos científicos limitados. Muchos ciudadanos tienen dificultades para distinguir argumentos científicos sólidos de imitaciones mal intencionadas que tienen un propósito claro: dar la impresión de que hay un debate abierto respecto a un tema concreto en el que los expertos no se ponen de acuerdo y nadie tiene claras las respuestas.
Este hecho no pasa desapercibido para muchos personajes y organizaciones extremadamente poderosas que aprovechan este desinterés generalizado por el conocimiento para fines bastante oscuros. Centrándome ya en el área de la ciencia, muchos lobbies con intereses muy determinados saben que la mayor parte de la población tiene unos conocimientos científicos limitados. Muchos ciudadanos tienen dificultades para distinguir argumentos científicos sólidos de imitaciones mal intencionadas que tienen un propósito claro: dar la impresión de que hay un debate abierto respecto a un tema concreto en el que los expertos no se ponen de acuerdo y nadie tiene claras las respuestas.
Yo sigo algunos medios de comunicación estadounidenses y
allí hay una gran tradición en el uso de estas herramientas de alta vileza
intelectual. Hay lobbies que niegan las teorías de Darwin por razones
religiosas, lobbies de compañías energéticas niegan que el fracking pueda
entrañar un peligro para las reservas de agua potable, lobbies del sector médico
y de las aseguradoras han conseguido convencer a los americanos de que no hay
alternativa a su carísimo e injusto sistema sanitario que deja a medio país con
el culo al aire en caso de accidente o enfermedad grave. Por encima de todos
estos, quizás el bulo más preocupante promovido por intereses corporativos
oscuros es la negación de la influencia humana en el cambio climático. A
principios del siglo XXI con un problema medioambiental que puede conllevar una
degradación catastrófica de nuestro nivel de vida para las próximas
generaciones y millones de muertos y desplazados en un futuro no tan lejano
como consecuencia directa de nuestras políticas actuales, a ciertos lobbies
petroleros y energéticos no se les ocurre otra cosa que hacer una campaña para
destruir la credibilidad de los científicos que estudian el cambio climático.
La consecuencia: un enorme porcentaje de la población de los EEUU cree que el
calentamiento global es un timo y muchos más creen que hay un debate abierto
entre expertos y que todavía no está claro que está pasando.
Hasta ahora tenía la impresión de que esta locura se iba a
quedar en el otro lado del Atlántico, como la costumbre de cocinar con
mantequilla. Pero ya he visto que ciertos periodistas conservadores no han
podido resistir la tentación de imitar a sus colegas americanos y ya están
dejando salir de entre sus labios argumentos científicos zombi, es decir, ideas
que han sido rebatidas una vez tras otra pero que al público le suenan tan
científicas o más que los argumentos válidos basados en evidencias reales.
Incluso el presidente Rajoy lanzo un curioso comentario al respecto asesorado
por su primo catedrático (se entiende que tan buen catedrático como Rajoy
presidente).
Esto me anima a comentar algunos aspectos de un libro muy
interesante “Merchants of Doubt” (Mercaderes de la duda) que he leído hace
poco. Este presenta la historia de algunos de los “contamimalos” que han
ayudado a promover esta confusión malintencionada. Conspiradores casi de comic
que a lo largo de las últimas décadas han alquilado su inteligencia y su
prestigio científico a poderosos lobbies económicos que no han tenido reparos
en anteponer sus beneficios monetarios a la salud de sus conciudadanos. En este
libro los autores hacen algo que me parece muy inteligente. Utilizan un tema
como la conexión entre tabaco y cancer
respecto al cual hoy en día no hay duda alguna sobre el consenso científico en
torno al mismo, para ilustrar cómo trabajan los contamimalos. Se nos muestran los métodos y estrategias.
Como se busca crear un comité de “expertos” (con sus voluntades totalmente
compradas), para oponerlo a los verdaderos expertos que curiosamente, antes de
que sus estudios afectaran a grandes corporaciones no habían recibido oposición
alguna. Siempre hay disputas teóricas entre científicos actuando honestamente,
pero estas son radicalmente distintas a estos “desacuerdos” entre científicos y
matones intelectuales pagados por grandes multinacionales. En el caso del
tabaco, los contamimalos ya perdieron la partida y esto hace su manipulación
más evidente. Después el libro pasa a describir la campaña para negar la
influencia humana en el cambio climático. Esta es una batalla que los
contamimalos también van a perder cuando la realidad ya sea innegable, como la
perdieron con los CFCs y la lluvia ácida. Lo malo es el daño que puedan hacer
por el camino retrasando las medidas políticas que necesitan tomarse con
urgencia.
A continuación voy a tratar de exponer muy resumidamente
ambas batallas intelectuales entre los ejércitos del Mordor petrolero y los
científicos libres que solo buscan el conocimiento y que el resto también
conozcamos la verdad. Empezaremos con la campaña para ocultar los grandes
riesgos para la salud derivados del tabaco. Es en esta fase cuando se diseñan
las principales estrategias para confundir al público que luego se reciclaran
en distintas campañas de negación: negación de la existencia de la lluvia
ácida, del daño de los CFCs a la capa de ozono, de los riesgos del humo para
fumadores pasivos…
Desde hace siglos cualquier persona mediamente observadora
podía darse cuenta de la relación entre el tabaco y ciertos problemas de salud.
Pero posiblemente el primer país en tomarse el asunto en serio fue la Alemania
Nazi donde se llegaron a hacer campañas antitabaco y el propio Hitler prohibía
fumar en su presencia. El que los nazis estuvieran en contra, hizo que el
tabaco resultase aún más glamuroso para los aliados durante la guerra. Pero
desde hacía años las evidencias científicas se iban acumulando. A medidos de
los cincuenta los investigadores médicos ya habían recabado información
suficiente para establecer la relación causal entre tabaco y cáncer. Uno de los
estudios más importante fue llevado a cabo por doctores británicos que eran a
la vez investigadores y sujetos de estudio. Cuando este tipo de estudios
empezaron a aparecer mencionados en la prensa, los directivos de las grandes
tabaqueras vieron su multimillonario negocio en riesgo. El pánico se extendió
en el sector y algunas de las grandes personalidades de este mundillo
decidieron que había que presentar batalla contra estos científicos que
descaradamente se atrevían a informar al público del riesgo que entraña fumar.
Estos directivos eran suficientemente inteligentes como para
saber que un montón de ejecutivos del sector del tabaco diciendo que el tabaco
no mata, no iban a convencer a nadie. Hacían falta científicos cuya
credibilidad pudiera contrarrestar la creciente evidencia en contra del consumo
del tabaco. En una reunión en el Hotel Plaza de Nueva York, los directivos de
American Tobacco, Benson and Hedges, Philip Morris y US Tobacco deciden dar los
primeros pasos para fundar el “Comité de Investigación de la Industria
Tabaquera”. Esta es una de las técnicas que se reutilizaran una y otra vez.
Crear un comité alternativo a instituciones públicas o independientes. En este
caso se menciona la industria tabaquera. Más adelante estos lobbies se irán
haciendo más discretos Lógicamente algunas
de las investigaciones de este comité de investigación tabaquera tendrán
utilidades reales. Pero el objetivo principal es sembrar dudas utilizando
distintos métodos: apuntando a otros motivos que pudieran causar los casos de
cáncer atribuidos al tabaco como la contaminación, el stress, el clima, etc.;
haciendo ver hay dudas razonables donde nos las hay, haciendo parecer que los
investigadores serios no las tienen todas consigo… Algo que la industria
tabaquera también aprovechó fue una legislación estadounidense que obligaba a
los medios de comunicación a ofrecer el mismo espacio a ambos lados en
cualquier tipo de debate público sobre cualquier tema. Esto hace siempre
parecer que ambas partes tienen parte de razón incluso en casos como este donde
un lado no solo no tenía razón, sino que además era plenamente consciente de
ello y actuaba de mala fe.
A pesar de los esfuerzos de la industria tabaquera el
Director General de Salud de los EEUU en 1964 publica un informe basado en más
de 7000 estudios científicos declarando que la conexión entre el tabaco el
cáncer de pulmón es inequívoca, descartando que las proporciones de epidemia
que estaba alcanzando esta dolencia se pudieran deber a la contaminación, la
radiación o al amianto. La noticia cayó como una bomba tanto para las
tabaqueras como para el propio gobierno que se beneficiaba enormemente de este
sector. Este hubiera sido un buen momento para darse por vencidos. Liggit
Group, fabricante de L&M y Chesterfield se planteaban ya una forma de hacer
cigarrillos no cancerígenos. Pero finalmente la el sector decidió contratacar
con más fuerza aún. La idea era financiar más estudios científicos que
disputaran las evidencias contra el tabaco. El problema para el sector era que
el tabaco es tan malo que incluso sus propios estudios solo añadían más pruebas
en contra. Aunque estas pruebas eran en muchos casos ocultadas, lo que a largo
plazo les llevo a pagar miles de dólares en indemnizaciones por ocultar que su
producto era potencialmente mortal. Llegados los 80s la industria tabaquera
había invertido más de 100 millones de dólares en investigación médica,
convirtiéndoles en el segundo inversor más importante en este campo después del
estado.
Llegados a este punto los líderes de las industrias
tabaqueras estaban desesperados viendo como el número de fumadores no dejaba de
reducirse y como el tabaco se convertía en la gran bestia negra de la salud. Es
momento de enrolar a un peso pesado de las ciencias, ni más ni menos que a
Frederick Seitz que había sido nada menos que el presidente de la Academia
Nacional de Ciencias. Seitz es un buen ejemplo del perfil de contamimalo, un físico cuya colaboración en la creación de
la bomba atómica catapultó su carrera hasta el punto de que acabo
convirtiéndose en asesor científico de varios gobiernos. Tanto era su prestigio
que parece que en algún momento debió empezar a creer en la infalibilidad de
sus opiniones. Durante los últimos años además Seitz se sentía cada vez más
lejos de sus colegas científicos en el plano intelectual. Seitz era un
ferviente anticomunista que apoyaba la guerra de Vietnam, mientras que la
mayoría de la comunidad científica era mucho más progresista. Seitz empezaba a
ver rojos y hippies comeflores por todas partes. Probablemente los directivos
de las tabaqueras mucho más conservadores le debieron parecer una compañía más
apetecible a Seitz que sus colegas.
Así que cuando R.J. Reynolds, fabricante de Camel y Winston
entre otros le ofreció coordinar un enorme proyecto de inversión en
investigación médica, Seitz no se lo pensó dos veces. La idea era dejar a cargo
de Seitz 45 millones de dólares para que el decidiera los proyectos adecuados
donde invertir todo este dinero. Estos fondos por un lado servían para poner en
marcha verdaderos proyectos de investigación con valiosos resultados. Pero
también tenían un segundo uso. Cuando todos tus proyectos están financiados por
una empresa X, y esta empresa te pide que le hagas un favor como testificar en
un juicio, esto te motiva a ser majete con la generosa empresa X. Esto le
sucedió a Martin J. Cline, un famoso investigador biomédico que había perdido
su financiación pública por malas prácticas y fue rescatado por la industria
tabaquera. En 1997 testificó en un juicio en el que una azafata de vuelo
denunciaba a Philip Morris por haberle causado cáncer de pulmón como fumadora
pasiva cuando aún se podía fumar en aviones. Cuando se le preguntó si el tabaco
provocaba cáncer, después de quejarse por la formulación de la pregunta varias
veces indicó que a nivel estadístico en una población sí, pero que a nivel
personal se le ocurrían muchos motivos que pudieran haber causado el cáncer de
esta señora.
En cualquier caso, para cuando Seitz se unió a la batalla
para difamar a los científicos que demostraban que el tabaco provoca cáncer, la
industria tabaquera ya estaba perdiendo la batalla. Sin embrago Seitz ya le
había cogido el gustillo a eso de atacar a sus antiguos compañeros alineándose
con agresivos lobbies de derechas para los cuales sus intereses pesaban más que
cualquier evidencia. Si la verdad se pone en tu camino, empújala a un lado y
sigue con tus negocios. En los 80s Seitz se convierte en uno de los mayores
defensores de la obsesión de Reagan por establecer el sistema de satélites
antimisiles conocido como la guerra de las galaxias. El argumento era que la
URSS se estaba rearmando y era cada vez más peligrosa. Estos asesores de Reagan
no debían ser tan avispados. Según ellos la URSS era cada vez más poderosa,
curiosamente en la misma década de su desaparición. Afortunadamente la cordura
triunfó y Reagan no pudo construir su juguetito que hubiera costado una
barbaridad y seguramente no hubiera funcionado como muchos físico predecían. En
esta época se une a Seitz dos importantes aliados, ambos también físicos Robert
Jastrow y William Nieremberg. Junto a ellos funda el George C. Marshall
Institute, un lobbie que inicialmente se centra en cuestiones de defensa, pero
que más tarde extenderá sus actividades a todo tipo de negacionismos como la
relación entre fumadores pasivos y cáncer, la existencia de lluvia ácida, que
los CFCs destruyen la capa de ozono o que los pesticidas dañan la salud o el
medioambiente. El propio nombre del Instituto delata el carácter anticomunista
del mismo. Geroge C Marshall, ni más ni menos que el de bienvenido Mr.
Marshall, fue un general y secretario de
estado estadounidense. Su famoso plan Marshall ayudo a reconstruir varios
países europeos arrasados por la guerra, lo que ayudo a frenar la influencia
soviética en la zona. Marshall no era probablemente tan anti-comunista, pero es
considerado un hito antisoviético al haber anclado Europa occidental al
capitalismo y es muy probable que su nombre se eligiera por esa razón. En el caso de estos tres brillantes físicos
el anticomunismo es también la única explicación posible de las actitudes
intelectualmente paranoides que acabaron desarrollando. Llegado un punto
sospechaban de la mayoría de la comunidad científica y de los movimientos
ecologistas, considerándoles quintacolumnistas soviéticos. Cualquiera que no
apoyara una militarización masiva era sospechoso de colaborar con la URSS. Pero
también cualquiera que dudara lo más mínimamente de las teorías más radicales
del libre mercado. Alguien que propone legislar contra el tabaco para evitar
cáncer: espía soviético; o prohibir el DDT para proteger el ecosistema: espía
soviético; o advertir sobre el cambio climático: espía soviético.
Con los años, de entre todas las causas medioambientales, el
calentamiento global comienza a emerger como la reina de las amenazas
planetarias. La idea del cambio climático no es tan reciente como se suele
pensar. En 1864 John Tyndall descubre que algunos gases tienen una gran
capacidad de absorber calor, entre ellos el CO2. A finales del XIX El
Sueco Svante Arrhenius fue el primero en darse cuenta que una mayor o menor
concentración de CO2 en la atmósfera conllevaría un cambio de
temperatura a nivel global. Siendo sueco a Arrhenius esto no le pareció tan
mala noticia. Uno de los primeros en intuir que nos podíamos estar metiendo en
un lío es el americano Carles Keeling. En 1960 Keeling se dio cuenta de que los
niveles de CO2 en la atmósfera estaban aumentando preocupantemente.
En los setenta los avances informáticos permiten hacer modelos climáticos cada
vez más sofisticados basados en mediciones cada vez más precisas. En 1979 la
Conferencia Mundial del Clima anuncia que es plausible que el aumento del CO2
conlleve un calentamiento en el futuro. Las noticias son preocupantes y cada
vez se presta más atención el fenómeno. Cuanto más se estudia el cambio
climático más evidencias apuntan a que la emisión de CO2 procedente
de combustibles fósiles afecta necesariamente el clima. Peor aún, el
calentamiento no sucedería en un futuro sino que ya estaba en marcha y en el
futuro los cambios se acelerarían peligrosamente. Las perforaciones de bloques
de hielo en áreas polares además confirman de forma independiente las
predicciones de los modelos. En 1988 James Hansen, cuyo equipo había hecho
avances importantes en el estudio del cambio climático expone al congreso de
los EEUU la necesidad de actuar.
Actuar en este caso significaría que el gobierno tendría que
intervenir de algún modo en la economía. Y como ya sabemos esas son ideas de
rojos peligrosos. Afortunadamente nuestro equipo A antiecologista con Sietz y
Nieremberg a la cabeza estaba listo para actuar. Pronto se une un nuevo físico,
Fred Singer, esta vez físico especializado en ciencias ambientales que va a
coger el relevo de un Seitz ya anciano. La situación se estaba poniendo fea
para los amantes de la “libertad” con mayúsculas. De hecho A principio de los
80 Nieremberg, antes de unirse a sus compinches, ya había estado activo en este
campo. Había conseguido ser elegido coordinador de comité de estudio para
asesorar al gobierno estadounidense sobre cómo enfocar el problema del cambio
climático. En el grupo entraron tanto científicos como economistas, algunos de
ellos elegidos por su afinidad con Nieremberg. El informe de este grupo acabo
aconsejando no hacer nada y si eso seguir investigando. Según su punto de vista
no había información suficiente y si hubiera un cambio climático tampoco había
nada que hacer. Mejor acostumbrarse y si el clima cambiaba demasiado y las
costas de medio mundo se inundan pues hacemos unas migraciones masivas. Total,
hacer que se muden la mitad de los ciudadanos del mundo es más fácil que
intentar quemar menos petróleo. ¿No? En el informe se ignoró la posición de los
científicos poniendo la economía por delante y se extrajeron conclusiones que
no enlazaban con los argumentos científicos presentados. Aun así, la Casa
Blanca lo usó para quitarse el muerto de encima.
La publicación del trabajo de Hansen pocos años más tarde
fue un bofetón para nuestros contamimalos. Hasta el momento todavía cabía
pensar que podían tener algo de razón. Pero poco a poco las pruebas les iban
dejando sin argumentos válidos. Este es el momento en el que empiezan a usar
argumentos trampa. Seitz, Jastrow y Nieremberg utilizaran parte de los
diagramas hechos por el propio Hansen sacados fuera de contexto para intentar
argumentar que el sol era el único responsable del calentamiento. El argumento
era tan burdo como seleccionar solo la parte del diagrama que te interesa, pero
se ha convertido en una de las mentiras zombies más pesadas en lo referente al
cambio climático. Por más que se refute y se demuestre su invalidez, hay gente
que la sigue usando con la ilusión del primer día.
El nuevo fichaje, Fred Singer, tenía una forma aún más fea
de operar. En un momento dado se enteró de que Roger Revelle, un pionero de los
estudios climáticos había expresado alguna manifestación de escepticismo.
Revelle fue profesor de Al Gore y le motivo en gran medida en su preocupación
por el cambio climático. Por aquella época, Gore ya era la principal figura
política abogando por hacer algo para prevenir el calentamiento global. Si
Roger Revelle se desdecía de sus ideas previas sería un palo enorme para Gore.
Así que Singer se pone a darle la plasta a Revelle para que publique un
artículo conjunto con él. Revelle intenta darle largas y además corrige los
intentos constates de Singer de introducir pullitas negacionistas a cada paso.
Desafortunadamente Revelle muere de un infarto cardiaco durante el proceso y
Singer ni corto ni perezoso lanza su artículo diciendo que Revelle negaba el
cambio clímático, cuando lo único que había hecho era expresar alguna que otra
duda sobre detalles particulares. Familiares y amigos de Revelle luchas para
intentar que Singer no distorsione sus ideas. Pero a Singer se la suda. Él ya
tenía su ataque a Gore y pasta para pagar abogados para cerrarle la boca a
cualquiera que quisiera protestar.
A pesar de los
esfuerzos de Seitz, Siger, Jastrow y Nieremberg en 1988 se funda el Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático. Esta organización estará
encargada de coordinar a cientos de científicos en universidades de todo el
mundo para recabar detalles sobre el cambio climático y sus causas. El mundo no
puede pararse por que cuatro carcas anticomunistas asocien salvar el planeta
con socialismo. Pero los contamimalos son duros de pelar. En 1995 el GIECC
presenta sus primeros resultados en Madrid. Había habido nuevos avances y cada
vez la evidencia del cambio climático producido por el hombre era mayor. Esto
no impidió a Singer publicar una carta el año siguiente diciendo que estaba todo mal, que se dejaban
datos de satélite fuera, que los estudios no estaban debidamente contrastados.
A esta altura ya perdiendo la partida, la estrategia es hacer ruido y decir que
eres tú también eres científico y que te tienen que escuchar. Así parece que
dices algo con sentido, aunque solo estés divagando. Singer continuó su ataque, esta vez intentando
desacreditar a uno de los científicos más prometedores del GIECC, Ben Santer.
Santer había hecho algunos cambios finales debido a revisiones del texto por
parte de otros científicos, políticos y asesores, ya que varias delegaciones
(de países petroleros) habían protestado por algunos términos usados que
dejaban demasiado claro el peligro de las emisiones de CO2. Santer
que era un científico anónimo y una persona honrada hizo estos cambios mínimos
para ajustarse a lo que les pedían. Sin embargo Singer y la Globate Climate
Coalición, un consorcio de industrias energéticas atacaron vilmente a Singer
diciendo que este había modificado el texto para alarmar al público
intencionadamente. Poco después de este ataque se publicó una carta en la que
Santer se defendía apoyado por 40 científicos
y otros miembros del GIECC. Pero Singer no es alguien que se ande con
miramientos y las petroleras menos. La difusión mediática del ataque fue
infinitamente mayor que la defensa de Santer.
El pobre Santer tuvo que pasarse años intentando limpiar su reputación
intachable hasta el momento y le costó hasta el divorcio.
Desde estos primeros ataques abiertos a los estudios sobre
el cambio climático, otros intelectuales politizados se han ido uniendo a la
causa de negar la evidencia del cambio climático. Algunos están en parte
pagados por las industrias petroleras. Otros simplemente asocian ecología con
socialismo, que en EEUU es casi un insulto. Por su lado los medios tienden a
tratar el tema como una discusión abierta en la que ambos lados tienen algo que
decir, y muchos medios conservadores directamente atacan a la comunidad de
científicos expertos en clima. La situación se ha degradado tanto que gran
parte de los senadores del congreso estadounidense niegan la influencia o
humana en el cambio climático o directamente el calentamiento global. Para
ellos es una lucha política, y simplemente se posicionan. La desgracia es que
la evidencia científica apunta a lo contrario y se necesita acción urgente.
Hasta el momento el resto del mundo no se ha visto arrastrado por esta locura
de asociar que si eres de derechas tienes que negar el calentamiento global,
pero la tendencia está llegando. Mientras, la urgencia es cada vez mayor.
Tenemos que actuar para evitar que los escenarios más dramáticos se hagan
realidad. Algunos creen que es un juego. Para cuando descubran que no lo es
será tarde.
Como hemos vistos estos grupos de creadores de dudas
profesionales tienen décadas de experiencia. Comenzaron apoyando los lobbies
tabaqueros para ocultar las evidencias que demostraban que el tabaco es muy
perjudicial para la salud y después se dedicaron a crear dudas sobre distintos
temas en el campo de la ecología. Las herramientas que desarrollaron durante su
experiencia con el tabaco son las mismas que aún utilizan hoy en día, entre
otras: hacer entender que hay dudas importantes donde solo se duda de pequeños
detalles; hacer ver que los expertos no se ponen de acuerdo; atacar la reputación de los expertos;
utilizar científicos de cierta reputación para darse credibilidad, incluso aunque
estos no sean especialistas en el área (la opinión de un científico en un tema
que no controlo no va mucho más allá que la de cualquier ciudadano espabilado);
crear argumentos facilones ignorando las evidencias experimentales y
utilizarlos una y otra vez aunque hayan sido rebatidos. Cuando oigamos críticas
a favor o en contra de temas como estos, lo mejor si nos interesa conocer la
verdad es leer más y más y al final se va viendo que argumentos tienen más
peso.
Por último sé que no he dado evidencias más técnicas de que
apunten a la solidez de las pruebas que demuestran el cambio climático y la
influencia del CO2 en el proceso. Pero el artículo se estaba
alargando. Ya dedicare otro post más adelante a ello.
Este artículo está
inspirado y documentado en el libro:
Merchants of Doubt: How a Handful of Scientist
Obscured the Truth on Issues from Tobaco Smoke to Global Warming
Imagen:
http://albertorojo.com/sitio/el-calentamiento-global-incuestionable/
No hay comentarios :
Publicar un comentario