Si cuándo
estás refriado tu médico te dice que puede ser una buena idea no rebajar esa
fiebre, o te pide no tomar ningún medicamento para reducir la congestión, igual
pensarías que está loco o que es una mala persona y que le gusta verte sufrir.
Pero una nueva corriente médica está haciendo que este tipo de consejos
parezcan razonables en la mayoría de los casos. Hoy voy a hablar de una nueva
filosofía médica que combina el conocimiento de nuestra historia como especie
con la medicina moderna para optimizar esta última.
Pero antes
me gustaría aclara algo. Hoy en día cuando oímos hablar de una nueva rama de la
medicina, desafortunadamente suele tratarse de algún tipo de extraña terapia
alternativa que por lo general implica un montón de parafernalia y poca
efectividad demostrable. Aunque algunas son realmente nuevas, tengo la
impresión de que la mayoría de ellas como la acupuntura o la medicina ayurvédica,
no son más que medicinas tradicionales en otras partes del mundo, que comienzan
a encontrar un nicho comercial en occidente. Lo que todas comparten es que
tienden a explotar principalmente el efecto placebo y las propias ganas de
muchos de nosotros de creer en algo que pueda aliviarnos. También coinciden en
su incapacidad para salir airosas de cualquier estudio clínico serio. En el caso de algunas de ellas, como la homeopatía,
su inutilidad ha sido demostrada repetidamente. Otras como la acupuntura están
en el borde de lo aceptable, consiguiendo resultados ligeramente superiores que
lo que se esperaría del más puro azar en áreas como el tratamiento del dolor.
Aun así entiendo que en ciertas circunstancias muchos podamos preferir un
tratamiento de efectividad dudosa que ninguno. Pero en general aconsejaría a
aquellos que me leen no gastar demasiado dinero en estas “alternativas” y sobre
todo ¡Nunca dejar de acudir a un médico de verdad si tienes un problema de
salud serio!
Menciono
todo este espectro de terapias alternativas, porque al hablar de un nuevo
enfoque médico, no quiero que este se confunda con la habitual maraña de
curanderos bien intencionados con una cierta debilidad por lo místico y lo
ritual y mucho menos con los que directamente son charlatanes más interesados
en tu cartera que en tu salud. Este nuevo enfoque es conocido como medicina
evolutiva. En este caso no se trata de un nuevo tipo de medicina sino de una
nueva forma de entender la medicina moderna que todos conocemos y apreciamos.
La principal
diferencia que introduce la medicina evolutiva es que intenta entender
cualquier tipo de problema de salud a la luz de nuestra historia biológica como
especie. A lo largo de millones de años nuestro organismo ha evolucionado
adaptándose a las condiciones ambientales de cada momento. Pero no somos los
únicos que cambian en reacción a las circunstancias. Todas las especies lo
hacen, y las más pequeñas, como los virus y bacterias lo hacen muchísimo más
rápido que nosotros. Cada individuo busca maximizar su reproductividad y para
ello ninguna especie tiene problema alguno en utilizar al resto. Esto
lógicamente provoca una carrera armamentística entre especies. Unas desarrollan
la habilidad de comerse a las otras, lo que impulsa a estas últimas a
desarrollar nuevas defensas, lo por lo que los depredadores una vez más
encuentran la forma de derribar estas nuevas defensas y así continuamente. Por
ello al final nos encontramos que la mayoría de las plantas por ejemplo,
producen todo tipo de toxinas, mientras que los animales desarrollan la
habilidad de asimilar estas toxinas sin envenenarse.
En el mundo
de la medicina (a rasgos generales tampoco quiero hacerme el listo), a menudo
el “por qué” tenemos las defensas que tenemos queda relegado a un segundo plano
a favor del “para qué”. El organismo se concibe como una máquina de la que se
espera un funcionamiento correcto, con miles de partes con tareas determinadas.
Cuando una de estas falla el equilibrio se rompe y se da un mal-funcionamiento
que nos produce dolor y malestar. Pareciera por tanto, que el organismo pudiera
aspirar a la perfección. Nuestras problemas de salud tienen lugar porque hay
demasiados factores que se escapan a
nuestro control, pero si pudiéramos arreglárnoslas para aumentar nuestra
capacidad de influir en estos factores sin nuestras limitaciones actuales,
estaríamos siempre sanos.
Desde la
medicina darwiniana la perspectiva es algo más compleja. Los órganos de nuestro
cuerpo no solo tienen una función. Tienen toda una historia a sus espaldas. Los distintos elementos que
nos componen no han sido diseñados ex nihilo para nosotros. En este momento desempeñan
una serie de funciones particulares para nosotros, pero en el pasado puede que
estuvieran dedicados a tareas totalmente distintas y eso tiene una gran
influencia en nuestra salud. Investigar como cada uno de nuestros órganos y
sistemas ha llegado a ser como es, nos ayuda a entender porque fallan en un
momento dado. Una vez al tanto de esta complejidad, es difícil ver nuestro
cuerpo como esa máquina perfecta, y el hecho de que estemos sanos puede parecer
más increíble que el que no lo estemos. Esto no es necesariamente pesimista. Si
bien arroja una importante dosis de realismo
a nuestra forma de entender los problemas de salud, también nos puede
ayudar a desarrollar nuevas líneas de investigación más efectivas por un lado y
al mismo tiempo a aceptar algunas molestias y achaques habituales como un
pequeño precio a pagar por estar vivos y en buen estado.
Los
problemas de salud pueden estar causados por muchos factores. Desde un punto de
vista evolutivo esta es una posible clasificación:
Infecciones
y defensas
Una rama de
la carrera armamentística que mencionábamos antes, que es especialmente importante
para la medicina es la que se produce entre los parásitos y los organismos a
los que estos infectan. Parásitos y gérmenes varios, utilizan los cuerpos de
sus anfitriones para sus propios fines reproductivos. La actividad de estos es
a menudo perjudicial para el individuo afectado. Por lo tanto, a lo largo de
millones de años, solo los individuos que han desarrollado las defensas más
eficientes contra este tipo de invasiones han conseguido hacer llegar sus genes
hasta el presente. Debido a ello, todos los organismos complejos de gran
tamaño, como es nuestro caso, disponen de sofisticados sistemas inmunitarios y
de decenas de estrategias defensivas para protegerse de distintas infecciones.
Una
infección conlleva una serie de síntomas. Por ejemplo un resfriado puede
conllevar dolor de cabeza, congestión nasal, tos, fiebre… Por lo general
asociamos estos síntomas a la enfermedad e intentamos acabar con ellos. En este
punto es uno en los que la forma darwiniana de afrontar el tratamiento se hace
más visible. Tradicionalmente en la medicina occidental, los síntomas se han
tratado debido a lo desagradables que suelen ser. Pero es una buena idea
preguntarnos esto antes de suprimir un síntoma: ¿Es ese síntoma una
consecuencia de la infección o una defensa contra ella? Algunas infecciones
pueden conllevar efectos derivados del comportamiento de los gérmenes, como
pústulas o cambios de color en la piel. Pero la mayoría de los síntomas que
asociamos a una infección, son en efectos las defensas que nuestro propio
cuerpo pone en marcha. Reacciones como tos, estornudos, vómitos y diarrea
ayudan a sacar los agentes patógenos de nuestro cuerpo. Otras como fiebre o el
malestar general nos invitan a descansar y proporcionan condiciones óptimas
para el que el sistema inmunitario combata la infección.
Antes de
suprimir un síntoma es necesario saber si este es una defensa útil. Forzando
una bajada de fiebre o una reducción de la mucosidad puedes estar ayudando a
los gérmenes más que a ti mismo. Eso no quiere decir que no se puedan aliviar
síntomas muy extremos y dolorosos. En ocasiones los mismos síntomas pueden
estar fuera de control y ponerte en peligro. Pero estas son consideraciones que
un médico bien informado debe tener en cuenta. Por el contrario, si un síntoma
no es una defensa lo mejor es acabar con él en la medida de lo posible.
Compromisos
evolutivos
Cuando
consideramos nuestro organismo dentro del contexto de su evolución a lo largo
de su historia enfrentándose al resto de individuos alrededor para poder
procrear, el ideal de la salud total se difumina. La presión en el proceso de
la evolución de las especies es enorme y cada inversión en una capacidad u
órgano determinado supone dejar de lado otros también valiosos. Sería magnífico
tener el olfato de un perro y el oído de un murciélago. Pero en nuestro caso
hemos invertido nuestros fondos en una visión de gran calidad, una de las
mejores del reino animal. De la misma forma, hay que invertir en defensas y
capacidades de recuperación que se adapten a nuestro modo de vida. ¿Por qué no regenerar
nuestras extremidades como una estrella de mar? Nuestro ADN aún tiene
especificado el diseño del cada parte de nuestro cuerpo y no hay razón por la
que no pudiera llevarse a cabo esta hazaña. Pero para ello perderíamos otras
funciones que valoramos igualmente. Otro efecto secundario de una mayor
capacidad de regenerar órganos sería una mayor probabilidad de contraer cáncer,
que no es otra cosa que células multiplicándose y creando tejido sin seguir las
órdenes establecidas.
Un gran
ejemplo de cómo este tipo de compromisos evolutivos afectan a nuestra salud es
la anemia falciforme. Esta dolencia afecta a la hemoglobina produciendo
síntomas como anemia, oclusión de las arterias, daños en órganos y dolor en las
extremidades. La enfermedad es en gran parte genética. Lógicamente algo no
funciona bien cuando alguien ve su vida amenazada por este tipo de enfermedad.
Pero esta mal-función es el precio a pagar por una gran ventaja debida
exactamente el mismo gen: resistencia a la malaria. Los que sufren esta anemia
provienen de zonas tropicales donde este gen les ofrecía una importante
protección. Este es un ejemplo muy obvio, pero muchos de los problemas de salud
de una parte de la población se deben con toda seguridad a compromisos genéticos
que han ofrecido una ventaja a nuestros
ancestros en algún momento del pasado.
Fallos de
diseño
(Diseño entre comillas ya que en evolución no
existe diseñador)
No obstante,
no todos los problemas de salud se deben a compromisos, muchos de ellos son
puros fallos de diseño. Todos los humanos corremos el riesgo de morir
asfixiados si un trozo de comida bloque nuestro tracto respiratorio. Esto no se
debe a que el gen que especifica esta característica ofrezca otras ventajas.
Simplemente, el gusano del que todos hemos evolucionado (mamíferos, pájaros
reptiles…), uno de los primeros vertebrados, tenía por determinadas razones
estos dos sistemas cruzados, y le ha pasado la ocurrencia a todos sus
descendientes (se me ocurren otros cruces de canales igual de incómodos más
abajo). Otros problemas más recientes nos vienen dados por la gracieta de ser
un mamífero que anda sobre dos patas. Nuestra columna es una evolución rápida
de un diseño que se había desarrollado lo largo de millones de años para estar una
posición horizontal. De ahí su extraña curvatura y la tendencia de tantos de
nosotros a desarrollar dolores de espalda. Otra ventaja con un alto precio que
pagan por entero las mujeres, es nuestra inteligencia. Nuestro potente cerebro
nos obliga a tener un enorme cabezón que cuando somos recién nacidos pasa con
gran dificultad por una pelvis femenina que como nuestra columna, no estaba
pensada para una posición erguida. Esto hace el parto humano especialmente
peligroso y difícil. Lo ideal sería que los niños salieran por el abdomen. Pero
la naturaleza no trabaja así. Cada especie evoluciona a partir del material que
le deja su ancestro inmediato, por muchos problemas que esto pueda crear.
Nuevas
condiciones ambientales
Hemos
hablado de las infecciones, pero los problemas de salud más graves para los
ciudadanos de las sociedades industriales son las conocidas como enfermedades
no transmisibles como las enfermedades coronarias, la diabetes, la obesidad…
Estas dolencias se deben a que nuestro organismo evolucionó en la sábana hace
millones de años, para enfrentarse a un día a día muy distinto del nuestro. No
hemos evolucionado para pasarnos el día sentados en una silla y el hacerlo
conlleva el atrofiamiento de la mayoría de nuestros músculos. No nos resulta
nada fácil ejercitarnos para contrarrestar esta tendencia y es porque la pereza
era muy útil para nuestros ancestros que rara podían estar parados, así que
necesitaban aprovechar el cada momento que les permitía ahorrar su valiosa
energía. Otra querencia útil era la de volverse loco con cualquier alimento
alto en calorías o proteínas. Hay que tener en cuenta que para nuestros
ancestros estos eran extremadamente difíciles de encontrar.
Muchos de
estos matices que aporta una visión darwiniana de la medicina solo afectan a la
investigación. Pero otros aspectos son relevantes para el trabajo diario de
cualquier doctor. La importancia de no inhibir sin una buena razón las propias
defensas del organismo es el ejemplo estrella. Pero no se queda ahí. En general
tener en cuenta la historia evolutiva nos obliga a tener en cuenta que no
existe la perfección y de que el nuestro cuerpo está lleno de compromisos entre
distintas funciones.
Otra buena
idea es reflexionar sobre por qué las los problemas de salud nos hacen sufrir. Nuestro
cerebro y sistema nervioso también tienen una importante función a la hora de
defender nuestro organismo. El dolor en este aspecto es un importante aliado.
Nos señala rápidamente y de forma proporcionada si alguno de nuestros tejidos
está sufriendo algún daño. Tenemos incluso la capacidad de anticipar la
posibilidad de sentir dolor. Si una situación es potencialmente dañina nos
sentimos ansiosos y tratamos de ponernos a salvo. Puede parecernos que el dolor
y la ansiedad son horribles y es una crueldad el tener que sentirlos. Pero
pensándolo detenidamente su valor evolutivo es obvio. Un individuo incapaz de
sentir dolor o ansiedad acabara probablemente comido por un depredador,
churruscado o aplastado antes de hacer pasar sus genes a la siguiente
generación. La función del dolor es obvia, pero hay muchas otras sensaciones y
reflejos que nos ayudan a mantenernos a salvo. Las plantas con sabores amargos
son potencialmente venenosas, las sustancias que huelen mal, probablemente contienen
bacterias peligrosas, la sensación de picor nos invita a rascarnos cuando algún
tipo de parasito anda tonteando por nuestra piel. Si estornudamos es porque
algo hay en nuestro tracto respiratorio que no debería estar ahí. A lo largo de
millones de años, los individuos con los mejores repertorios de reflejos y
sensaciones han sobrevivido a aquellos cuyas respuestas eran más limitadas.
Sentir dolor
y ansiedad es horrible, pero también extremadamente necesario. Esto nos revela
una gran verdad. A nuestros genes les importa poco si las especificaciones de
nuestro diseño nos hacen sufrir. Ellos no están demasiado preocupados por
nuestro bienestar. Si una mutación hace que sobrevivamos y procreemos nuestros
genes continúan por el mundo, por mucho que esta nos amargue la vida. Si no
desaparecemos. Esto no quiere decir nuestro objetivo en la vida sea complacer a
nuestros genes. Yo hasta ahora no he tenido la oportunidad de conocer a ninguno
de los míos y la verdad es que estoy más preocupado por el bienestar de mi
familia, amigos e incluso lectores que porque mis genes sigan pululando por el
mundo dentro de miles de años. Pero el saber cómo se comportan y que buscan los
genes para bien o para mal, nos puede ayudar a entender que porque nos ponemos
enfermos. Teniendo en cuenta la inconcebible complejidad de nuestro organismo y
la cantidad de seres microscópicos intentando sacar provecho de nosotros, cada
día que amanecemos sanos es un milagro del que deberíamos ser conscientes y
estar agradecidos.
La inspiración y la mayor parte de la información usada en este post
provienen del libro “Why we get sick” de Randolph M. Nesse, Randolph M. Neese y
George
Imagen:
http://principleintopractice.com/2012/06/22/evolutionary-medicine-
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