Doctor Darwin. No combatas los síntomas de tu enfermedad, únete a ellos



Si cuándo estás refriado tu médico te dice que puede ser una buena idea no rebajar esa fiebre, o te pide no tomar ningún medicamento para reducir la congestión, igual pensarías que está loco o que es una mala persona y que le gusta verte sufrir. Pero una nueva corriente médica está haciendo que este tipo de consejos parezcan razonables en la mayoría de los casos. Hoy voy a hablar de una nueva filosofía médica que combina el conocimiento de nuestra historia como especie con la medicina moderna para optimizar esta última.



Pero antes me gustaría aclara algo. Hoy en día cuando oímos hablar de una nueva rama de la medicina, desafortunadamente suele tratarse de algún tipo de extraña terapia alternativa que por lo general implica un montón de parafernalia y poca efectividad demostrable. Aunque algunas son realmente nuevas, tengo la impresión de que la mayoría de ellas como la acupuntura o la medicina ayurvédica, no son más que medicinas tradicionales en otras partes del mundo, que comienzan a encontrar un nicho comercial en occidente. Lo que todas comparten es que tienden a explotar principalmente el efecto placebo y las propias ganas de muchos de nosotros de creer en algo que pueda aliviarnos. También coinciden en su incapacidad para salir airosas de cualquier estudio clínico serio.  En el caso de algunas de ellas, como la homeopatía, su inutilidad ha sido demostrada repetidamente. Otras como la acupuntura están en el borde de lo aceptable, consiguiendo resultados ligeramente superiores que lo que se esperaría del más puro azar en áreas como el tratamiento del dolor. Aun así entiendo que en ciertas circunstancias muchos podamos preferir un tratamiento de efectividad dudosa que ninguno. Pero en general aconsejaría a aquellos que me leen no gastar demasiado dinero en estas “alternativas” y sobre todo ¡Nunca dejar de acudir a un médico de verdad si tienes un problema de salud serio!


Menciono todo este espectro de terapias alternativas, porque al hablar de un nuevo enfoque médico, no quiero que este se confunda con la habitual maraña de curanderos bien intencionados con una cierta debilidad por lo místico y lo ritual y mucho menos con los que directamente son charlatanes más interesados en tu cartera que en tu salud. Este nuevo enfoque es conocido como medicina evolutiva. En este caso no se trata de un nuevo tipo de medicina sino de una nueva forma de entender la medicina moderna que todos conocemos y apreciamos.


La principal diferencia que introduce la medicina evolutiva es que intenta entender cualquier tipo de problema de salud a la luz de nuestra historia biológica como especie. A lo largo de millones de años nuestro organismo ha evolucionado adaptándose a las condiciones ambientales de cada momento. Pero no somos los únicos que cambian en reacción a las circunstancias. Todas las especies lo hacen, y las más pequeñas, como los virus y bacterias lo hacen muchísimo más rápido que nosotros. Cada individuo busca maximizar su reproductividad y para ello ninguna especie tiene problema alguno en utilizar al resto. Esto lógicamente provoca una carrera armamentística entre especies. Unas desarrollan la habilidad de comerse a las otras, lo que impulsa a estas últimas a desarrollar nuevas defensas, lo por lo que los depredadores una vez más encuentran la forma de derribar estas nuevas defensas y así continuamente. Por ello al final nos encontramos que la mayoría de las plantas por ejemplo, producen todo tipo de toxinas, mientras que los animales desarrollan la habilidad de asimilar estas toxinas sin envenenarse.


En el mundo de la medicina (a rasgos generales tampoco quiero hacerme el listo), a menudo el “por qué” tenemos las defensas que tenemos queda relegado a un segundo plano a favor del “para qué”. El organismo se concibe como una máquina de la que se espera un funcionamiento correcto, con miles de partes con tareas determinadas. Cuando una de estas falla el equilibrio se rompe y se da un mal-funcionamiento que nos produce dolor y malestar. Pareciera por tanto, que el organismo pudiera aspirar a la perfección. Nuestras problemas de salud tienen lugar porque hay demasiados  factores que se escapan a nuestro control, pero si pudiéramos arreglárnoslas para aumentar nuestra capacidad de influir en estos factores sin nuestras limitaciones actuales, estaríamos siempre sanos.


Desde la medicina darwiniana la perspectiva es algo más compleja. Los órganos de nuestro cuerpo no solo tienen una función. Tienen toda una historia  a sus espaldas. Los distintos elementos que nos componen no han sido diseñados ex nihilo para nosotros. En este momento desempeñan una serie de funciones particulares para nosotros, pero en el pasado puede que estuvieran dedicados a tareas totalmente distintas y eso tiene una gran influencia en nuestra salud. Investigar como cada uno de nuestros órganos y sistemas ha llegado a ser como es, nos ayuda a entender porque fallan en un momento dado. Una vez al tanto de esta complejidad, es difícil ver nuestro cuerpo como esa máquina perfecta, y el hecho de que estemos sanos puede parecer más increíble que el que no lo estemos. Esto no es necesariamente pesimista. Si bien arroja una importante dosis de realismo  a nuestra forma de entender los problemas de salud, también nos puede ayudar a desarrollar nuevas líneas de investigación más efectivas por un lado y al mismo tiempo a aceptar algunas molestias y achaques habituales como un pequeño precio a pagar por estar vivos y en buen estado.


Los problemas de salud pueden estar causados por muchos factores. Desde un punto de vista evolutivo esta es una posible clasificación:


Infecciones y defensas

Una rama de la carrera armamentística que mencionábamos antes, que es especialmente importante para la medicina es la que se produce entre los parásitos y los organismos a los que estos infectan. Parásitos y gérmenes varios, utilizan los cuerpos de sus anfitriones para sus propios fines reproductivos. La actividad de estos es a menudo perjudicial para el individuo afectado. Por lo tanto, a lo largo de millones de años, solo los individuos que han desarrollado las defensas más eficientes contra este tipo de invasiones han conseguido hacer llegar sus genes hasta el presente. Debido a ello, todos los organismos complejos de gran tamaño, como es nuestro caso, disponen de sofisticados sistemas inmunitarios y de decenas de estrategias defensivas para protegerse de distintas infecciones.


Una infección conlleva una serie de síntomas. Por ejemplo un resfriado puede conllevar dolor de cabeza, congestión nasal, tos, fiebre… Por lo general asociamos estos síntomas a la enfermedad e intentamos acabar con ellos. En este punto es uno en los que la forma darwiniana de afrontar el tratamiento se hace más visible. Tradicionalmente en la medicina occidental, los síntomas se han tratado debido a lo desagradables que suelen ser. Pero es una buena idea preguntarnos esto antes de suprimir un síntoma: ¿Es ese síntoma una consecuencia de la infección o una defensa contra ella? Algunas infecciones pueden conllevar efectos derivados del comportamiento de los gérmenes, como pústulas o cambios de color en la piel. Pero la mayoría de los síntomas que asociamos a una infección, son en efectos las defensas que nuestro propio cuerpo pone en marcha. Reacciones como tos, estornudos, vómitos y diarrea ayudan a sacar los agentes patógenos de nuestro cuerpo. Otras como fiebre o el malestar general nos invitan a descansar y proporcionan condiciones óptimas para el que el sistema inmunitario combata la infección.


Antes de suprimir un síntoma es necesario saber si este es una defensa útil. Forzando una bajada de fiebre o una reducción de la mucosidad puedes estar ayudando a los gérmenes más que a ti mismo. Eso no quiere decir que no se puedan aliviar síntomas muy extremos y dolorosos. En ocasiones los mismos síntomas pueden estar fuera de control y ponerte en peligro. Pero estas son consideraciones que un médico bien informado debe tener en cuenta. Por el contrario, si un síntoma no es una defensa lo mejor es acabar con él en la medida de lo posible.


Compromisos evolutivos

Cuando consideramos nuestro organismo dentro del contexto de su evolución a lo largo de su historia enfrentándose al resto de individuos alrededor para poder procrear, el ideal de la salud total se difumina. La presión en el proceso de la evolución de las especies es enorme y cada inversión en una capacidad u órgano determinado supone dejar de lado otros también valiosos. Sería magnífico tener el olfato de un perro y el oído de un murciélago. Pero en nuestro caso hemos invertido nuestros fondos en una visión de gran calidad, una de las mejores del reino animal. De la misma forma, hay que invertir en defensas y capacidades de recuperación que se adapten a nuestro modo de vida. ¿Por qué no regenerar nuestras extremidades como una estrella de mar? Nuestro ADN aún tiene especificado el diseño del cada parte de nuestro cuerpo y no hay razón por la que no pudiera llevarse a cabo esta hazaña. Pero para ello perderíamos otras funciones que valoramos igualmente. Otro efecto secundario de una mayor capacidad de regenerar órganos sería una mayor probabilidad de contraer cáncer, que no es otra cosa que células multiplicándose y creando tejido sin seguir las órdenes establecidas.


Un gran ejemplo de cómo este tipo de compromisos evolutivos afectan a nuestra salud es la anemia falciforme. Esta dolencia afecta a la hemoglobina produciendo síntomas como anemia, oclusión de las arterias, daños en órganos y dolor en las extremidades. La enfermedad es en gran parte genética. Lógicamente algo no funciona bien cuando alguien ve su vida amenazada por este tipo de enfermedad. Pero esta mal-función es el precio a pagar por una gran ventaja debida exactamente el mismo gen: resistencia a la malaria. Los que sufren esta anemia provienen de zonas tropicales donde este gen les ofrecía una importante protección. Este es un ejemplo muy obvio, pero muchos de los problemas de salud de una parte de la población se deben con toda seguridad a compromisos genéticos que  han ofrecido una ventaja a nuestros ancestros en algún momento del pasado.

Fallos de diseño

 (Diseño entre comillas ya que en evolución no existe diseñador)

No obstante, no todos los problemas de salud se deben a compromisos, muchos de ellos son puros fallos de diseño. Todos los humanos corremos el riesgo de morir asfixiados si un trozo de comida bloque nuestro tracto respiratorio. Esto no se debe a que el gen que especifica esta característica ofrezca otras ventajas. Simplemente, el gusano del que todos hemos evolucionado (mamíferos, pájaros reptiles…), uno de los primeros vertebrados, tenía por determinadas razones estos dos sistemas cruzados, y le ha pasado la ocurrencia a todos sus descendientes (se me ocurren otros cruces de canales igual de incómodos más abajo). Otros problemas más recientes nos vienen dados por la gracieta de ser un mamífero que anda sobre dos patas. Nuestra columna es una evolución rápida de un diseño que se había desarrollado lo largo de millones de años para estar una posición horizontal. De ahí su extraña curvatura y la tendencia de tantos de nosotros a desarrollar dolores de espalda. Otra ventaja con un alto precio que pagan por entero las mujeres, es nuestra inteligencia. Nuestro potente cerebro nos obliga a tener un enorme cabezón que cuando somos recién nacidos pasa con gran dificultad por una pelvis femenina que como nuestra columna, no estaba pensada para una posición erguida. Esto hace el parto humano especialmente peligroso y difícil. Lo ideal sería que los niños salieran por el abdomen. Pero la naturaleza no trabaja así. Cada especie evoluciona a partir del material que le deja su ancestro inmediato, por muchos problemas que esto pueda crear.


Nuevas condiciones ambientales

Hemos hablado de las infecciones, pero los problemas de salud más graves para los ciudadanos de las sociedades industriales son las conocidas como enfermedades no transmisibles como las enfermedades coronarias, la diabetes, la obesidad… Estas dolencias se deben a que nuestro organismo evolucionó en la sábana hace millones de años, para enfrentarse a un día a día muy distinto del nuestro. No hemos evolucionado para pasarnos el día sentados en una silla y el hacerlo conlleva el atrofiamiento de la mayoría de nuestros músculos. No nos resulta nada fácil ejercitarnos para contrarrestar esta tendencia y es porque la pereza era muy útil para nuestros ancestros que rara podían estar parados, así que necesitaban aprovechar el cada momento que les permitía ahorrar su valiosa energía. Otra querencia útil era la de volverse loco con cualquier alimento alto en calorías o proteínas. Hay que tener en cuenta que para nuestros ancestros estos eran extremadamente difíciles de encontrar.


Muchos de estos matices que aporta una visión darwiniana de la medicina solo afectan a la investigación. Pero otros aspectos son relevantes para el trabajo diario de cualquier doctor. La importancia de no inhibir sin una buena razón las propias defensas del organismo es el ejemplo estrella. Pero no se queda ahí. En general tener en cuenta la historia evolutiva nos obliga a tener en cuenta que no existe la perfección y de que el nuestro cuerpo está lleno de compromisos entre distintas funciones.


Otra buena idea es reflexionar sobre por qué las los problemas de salud nos hacen sufrir. Nuestro cerebro y sistema nervioso también tienen una importante función a la hora de defender nuestro organismo. El dolor en este aspecto es un importante aliado. Nos señala rápidamente y de forma proporcionada si alguno de nuestros tejidos está sufriendo algún daño. Tenemos incluso la capacidad de anticipar la posibilidad de sentir dolor. Si una situación es potencialmente dañina nos sentimos ansiosos y tratamos de ponernos a salvo. Puede parecernos que el dolor y la ansiedad son horribles y es una crueldad el tener que sentirlos. Pero pensándolo detenidamente su valor evolutivo es obvio. Un individuo incapaz de sentir dolor o ansiedad acabara probablemente comido por un depredador, churruscado o aplastado antes de hacer pasar sus genes a la siguiente generación. La función del dolor es obvia, pero hay muchas otras sensaciones y reflejos que nos ayudan a mantenernos a salvo. Las plantas con sabores amargos son potencialmente venenosas, las sustancias que huelen mal, probablemente contienen bacterias peligrosas, la sensación de picor nos invita a rascarnos cuando algún tipo de parasito anda tonteando por nuestra piel. Si estornudamos es porque algo hay en nuestro tracto respiratorio que no debería estar ahí. A lo largo de millones de años, los individuos con los mejores repertorios de reflejos y sensaciones han sobrevivido a aquellos cuyas respuestas eran más limitadas.


Sentir dolor y ansiedad es horrible, pero también extremadamente necesario. Esto nos revela una gran verdad. A nuestros genes les importa poco si las especificaciones de nuestro diseño nos hacen sufrir. Ellos no están demasiado preocupados por nuestro bienestar. Si una mutación hace que sobrevivamos y procreemos nuestros genes continúan por el mundo, por mucho que esta nos amargue la vida. Si no desaparecemos. Esto no quiere decir nuestro objetivo en la vida sea complacer a nuestros genes. Yo hasta ahora no he tenido la oportunidad de conocer a ninguno de los míos y la verdad es que estoy más preocupado por el bienestar de mi familia, amigos e incluso lectores que porque mis genes sigan pululando por el mundo dentro de miles de años. Pero el saber cómo se comportan y que buscan los genes para bien o para mal, nos puede ayudar a entender que porque nos ponemos enfermos. Teniendo en cuenta la inconcebible complejidad de nuestro organismo y la cantidad de seres microscópicos intentando sacar provecho de nosotros, cada día que amanecemos sanos es un milagro del que deberíamos ser conscientes y estar agradecidos.



La inspiración y la mayor parte de la información usada en este post provienen del libro “Why we get sick” de Randolph M. Nesse, Randolph M. Neese y George 



Imagen:
http://principleintopractice.com/2012/06/22/evolutionary-medicine-

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