Dios en el cerebro ¿Tenemos una antena divina?

Desde el principio de los tiempos la religión es un fenómeno que ha estado presente en todas y cada una de las sociedades humanas. Y no es precisamente fácil de definir. Tradicionalmente las religiones han aglomerado distintos tipos de instituciones, rituales, reglas y creencias. Una religión puede regular desde las normas que rigen la vida cotidiana de  sus seguidores hasta explicar los fenómenos naturales que  impactan en la vida de las comunidades, ser inspiración artística o ser la motivación detrás del inicio y la solución de conflictos. En las sociedades más complejas y especialmente en las sociedades industriales modernas, muchos de estos roles asumidos tradicionalmente por distintas religiones han pasado a ser responsabilidades de instituciones civiles. Pero hay un aspecto particular de la religión que parece estar vinculado a esta mucho más visceralmente y de este es del que trata este artículo.
Al margen de los aspectos formales y normativos de la religión, y de las creencias vinculadas a estas, muchos fieles nos hablan de experiencias particulares que no tienen parangón en la vida mundana del resto de los mortales. De experiencias de bendición absoluta y de comunión total con el creador. Sensaciones indescriptibles con un poder transformativo que cambia para siempre la vida
de aquellos que las experiencian. Quizás el mejor adjetivo para describir esta fenología es misticismo. La mayoría de las grandes religiones del mundo tienen una vertiente mística. En el cristianismo algunos de sus máximos exponentes son poetas como San Juan de La Cruz o Santa Teresa de Jesús. En el Islam los sufíes han sido una constante a lo largo de los siglos con sus rituales repetitivos que les ayudan a entrar en trance para estar más cerca de Dios. En religiones como el budismo o el hinduismo las tendencias místicas son si cabe más fuertes y miles de monjes pasan su vida intentando alcanzar un estado de transcendencia espiritual mediante la meditación y el abandono de los placeres terrenales. Muchos de los grandes profetas de la historia comienzan a predicar después de haber vivido una experiencia mística transformativa que les inspira a ellos y a miles de sus seguidores. Miles de fieles intentan seguir el camino de los pocos iluminados, imitando sus costumbres y siguiendo sus consejos para llegar a experimentar este contacto personal con un ser transcendente más allá del mundo terrenal.
Pero ¿Acaso todos podríamos vivir este tipo de experiencias? ¿Qué es lo que viven realmente aquellos que dicen haber estado en contacto con el creador? Yo me atrevería a decir que en la mayoría de los casos, estos profetas están siendo totalmente sinceros y transparentes acerca de lo que les ha ocurrido. Pero hoy en día sabemos que mucha gente vive experiencias increíbles que las sienten realmente en sus carnes sin que esto quiera decir que algo en el mundo real se corresponda con estas experiencias. La mente es poderosa. Ella crea la realidad para nosotros, si bien constreñida por la información que recibimos del mundo alrededor. La mente puede crear realidades alternativas independientes y totalmente incondicionadas por el mundo material. Todos lo sabemos, porque todos hemos soñado alguna vez. Los sueños se sienten tan reales como las vigilias, pero sabemos bien que en realidad estamos tumbados en la cama o rompiéndonos el cuello en alguna silla. Si en un momento dado nuestras mentes comienzan a crear realidades alternativas sin relación al mundo material alrededor las llamamos alucinaciones. Una alucinación se puede deber a múltiples causas, desde privación de sueño o comida, un golpe en la cabeza, un tumor cerebral o una enfermedad mental.  En los tiempos en los que los humanos creían que los dioses intentaban comunicarse con ellos a través de ligeros cambios en el firmamento, de fenómenos meteorológicos y otros fenómenos naturales es lógico que muchos concluyeran que tanto los sueños como las alucinaciones eran mensajes del más allá. Un sujeto carismático con alucinaciones recurrentes tendría la oportunidad de motivarse e inspirarse en ellas para alcanzar un papel prominente en la sociedad de su tiempo, siempre que estas alucinaciones no se llevaran su cordura por delante, al menos totalmente.
Todo esto es especulación, pero al menos en la actualidad un tipo de trastorno cerebral muy bien documentado que conlleva un tipo de personalidad con un perfil que encajaría perfectamente en la descripción de un gran número de profetas, la “personalidad de lóbulo temporal”. Parece que para entender este tipo de personalidad vamos a necesitar reflexionar sobre una parte del cerebro que creo que es poco conocida, pero que tiene una importancia vital en el proceso de nuestras emociones y está situada entre ambos lóbulos temporales: el sistema límbico. El sistema límbico incluye órganos como la amígdala, el tálamo y el hipotálamo o el hipocampo. Todas estas estructuras formarían la parte más ancestral de nuestro cerebro, lo que en el pasado hubiera sido el cerebro animal de nuestros antepasados reptiles. Esta zona recibe estímulos sensoriales y está conectada con distintos centros cerebrales. De esta forma gestiona nuestras reacciones emocionales ante las situaciones en que nos podamos ver envueltos. Aquí es donde se desencadenan las emociones viscerales como miedo, ira, placer, deseo sexual…  los impulsos básicos que rigen nuestras vidas. Otras áreas en el cortes son las que median para que respondamos exitosamente a estas emociones, moviéndonos, razonando, hablando, resolviendo problemas…
Imaginemos que podemos usar un Estimulador Magnético Transcraneal, un aparato  que es capaz de crear una pequeña corriente eléctrica en distintas partes del cerebro, para estimular algunas de estas áreas que hemos comentado. Si lo utilizáramos sobre nuestro córtex veríamos distintos músculos en nuestro cuerpo comenzarían a contraerse ¿Qué pasaría entonces si estimulásemos áreas del sistema límbico? Algunos pacientes han descrito sentir algo como mil orgasmos comprimidos en uno al estimularse un área llamada septo al frente del tálamo. El psicólogo canadiense Michael Persinguer hizo la prueba con un aparato similar creado por el mismo en los años 80 y dice haber experimentado un gran éxtasi místico. Su experimento está envuelto en cierta controversia. Como ejemplo, no consiguió ningún tipo de resultado en el conocido ateo Richard Dawkins. Este experimento, que no ha podido ser replicado fiablemente se ha quedado en un ambicioso intento de aislar un área del cerebro responsable del éxtasi religioso. En cualquier caso hasta el momento el mejor invento a la hora de estimular el cerebro, es el cerebro en sí mismo. Curiosamente existe una patología particular que produce los mismo efectos que buscaba Persinguer, si bien con mayor potencia y en una forma descontrolada que puede tener un gran impacto en la vida de los pacientes. Estamos hablando de la epilepsia.
Un ataque epiléptico comienza cuando un grupo de neuronas empieza a comportarse caóticamente lanzando impulsos eléctricos de forma descontrolada. En su versión más dura este descontrol se extiende por todo el cerebro provocando las terribles convulsiones que todos asociamos a los ataques epilépticos. Pero existen otros tipos de epilepsia que se mantienen localizados en un área particular. Antes hemos comentado el sistema límbico es el encargado de gestionar nuestras emociones ¿Qué le sucede a un paciente que sufre un ataque epiléptico en el sistema límbico? Lo que sucede es una explosión de emociones. Distintos pacientes reportan haber experimentado emociones de todo tipo, rabia, éxtasis, terror, desesperación en un grado de intensidad insólito. Algunos pacientes femeninos declaran haber tenido orgasmos durante el ataque (no existen casos en hombres).
El síntoma que nos ocupa en este artículo es quizás el más curioso de todos. Es conocido como “hiperreligiosidad”. Los pacientes que sufren este síntoma en particular reportan experiencias religiosas inmensamente poderosas y conmovedoras. De repente todo tiene sentido en sus vidas y encuentran un significado todo aquello que los rodea. Aunque estos episodios puedan ser realmente cortos, en ocasiones alteran para siempre la vida de aquellos que los experiencian. Los especialistas en ocasiones ser refieren a ellos como “personalidad de la epilepsia del lóbulo temporal”. Cada individuo por supuesto desarrolla una personalidad particular dependiendo de su propia idiosincrasia. Pero como rasgos generales, a menudo estos pacientes se atribuyen así mismos una gran importancia y encuentran significación cósmica en pequeños detalles triviales para el resto, especialmente si estos tienen algún tipo de cariz religioso. A menudo mantienen diarios de sus propias experiencias, en algunos llegando a un comportamiento conocido como hipergrafía. Este tipo de pacientes pierden interés en el sexo y otros placeres humanos y se deleitan en los rituales y prácticas religiosas.
La verdad es que la existencia de individuos que viven este tipo de experiencia tan transformativa le hace a uno ponerse a pensar. No sé si todo el mundo, pero muchos hemos envidado a aquellos que sinceramente relatan haber vivido experiencias místicas increíbles. Mucha gente pasa años meditando, probando drogas psicodélicas y viajando para estudiar con oscuros maestros místicos para satisfacer esa curiosidad espiritual. Leyendo el capítulo del libro Vilayanur Ramachandran, que inspira este artículo aparece una descripción de uno de los pocos pacientes que parecen responder fielmente al estereotipo de su condición. Para mí su descripción, vistiendo camisas de algodón anchas al estilo indio y su actitud de autoimportancia y absorción mística parece encajar perfectamente con el típico iluminado que se fue a la India y en un determinado momento recibió un revelación mística que le cambio para siempre y le convirtió en un gurú. Esto me lleva a pensar que quizás aquellos que se pasan la vida trabajando duramente para alcanzar este estado de liberación espiritual no lo puedan alcanzar nunca, porque quizás, este solo suceda en casos particulares en los que el cerebro de forma accidental sufre un shock que lo cambia para siempre. Quizás si la persona a la que le sucede esto no tenía vocación espiritual simplemente lo experiencia como algo curioso o extraño, mientas que para una persona inmersa en una búsqueda espiritual este suceso es la respuesta a todas sus plegarias. También se puede uno preguntar cuántos de los profetas de la antigüedad podrían caer en esta categoría. Hay quienes han aventurado que todos los profetas debían haber sufrido algún tipo de epilepsia de este género. Yo creo que quizás eso sea exagerar, y echando un vistazo a la Wikipedia se hablaba de un artículo en Nature que precisamente atacaba esta hipótesis. Pero si es posible que en algunos casos sea cierto. Por ejemplo en una de las grandes religiones más recientes, el Islam, el Hadiz, el segundo libro sagrado que describe la vida del profeta pueda dar pistas al respecto. Hace poco leí acerca de esto. Desgraciadamente no recuerdo la fuente con claridad, pero se mencionaba como el Hadiz menciona que  el profeta sufría temblores y sudores fríos antes de recibir una revelación. Esto podría apuntar en la dirección de que Mahoma quizás sí que sufriera esta epilepsia del lóbulo temporal. En cualquier caso estamos hablando de personas que murieron hace cientos o miles de años por lo que nunca lo sabremos con certeza, pero es curioso especular acerca de la posibilidad. Esta condición neurológica en particular me parece una de las más curiosas  que existen y una de las que más luz arroja sobre la condición humana y los aspectos más profundos de nuestra conciencia. Siento mucha curiosidad por ver a donde nos lleva la ciencia en este respecto en las próximas décadas.

Esta artículo está inspirado en el libro “Phantoms in the Brain” de Vilayanur S. Ramachandran y de él saco la mayor parte de detalles técnicos que se mencionan.
Imagen:
http://lastinieblasdelamente.wordpress.com/category/las-tinieblas-de-la-mente/meditacion/

3 comentarios :

  1. Hola Albe, have you seen this? http://www.npr.org/templates/story/story.php?storyId=110997741

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  2. ¡Gracias Silvia! Le he echado un ojo a ver si luego puedo leer lo con más profundidad. Esta interesante porque se contrastan las opiniones de excepticos con otros más abiertos ideas más trascendentes (Yo la verdad estoy más del lado de los escépticos).

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  3. Sì, lo sé... yo (y el artìculo) también ;)

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