Al margen de los aspectos formales y normativos de la
religión, y de las creencias vinculadas a estas, muchos fieles nos hablan de
experiencias particulares que no tienen parangón en la vida mundana del resto
de los mortales. De experiencias de bendición absoluta y de comunión total con
el creador. Sensaciones indescriptibles con un poder transformativo que cambia
para siempre la vida
de aquellos que las experiencian. Quizás el mejor adjetivo
para describir esta fenología es misticismo. La mayoría de las grandes
religiones del mundo tienen una vertiente mística. En el cristianismo algunos
de sus máximos exponentes son poetas como San Juan de La Cruz o Santa Teresa de
Jesús. En el Islam los sufíes han sido una constante a lo largo de los siglos
con sus rituales repetitivos que les ayudan a entrar en trance para estar más
cerca de Dios. En religiones como el budismo o el hinduismo las tendencias
místicas son si cabe más fuertes y miles de monjes pasan su vida intentando
alcanzar un estado de transcendencia espiritual mediante la meditación y el
abandono de los placeres terrenales. Muchos de los grandes profetas de la
historia comienzan a predicar después de haber vivido una experiencia mística
transformativa que les inspira a ellos y a miles de sus seguidores. Miles de
fieles intentan seguir el camino de los pocos iluminados, imitando sus
costumbres y siguiendo sus consejos para llegar a experimentar este contacto
personal con un ser transcendente más allá del mundo terrenal.
Pero ¿Acaso todos podríamos vivir este tipo de experiencias?
¿Qué es lo que viven realmente aquellos que dicen haber estado en contacto con
el creador? Yo me atrevería a decir que en la mayoría de los casos, estos
profetas están siendo totalmente sinceros y transparentes acerca de lo que les
ha ocurrido. Pero hoy en día sabemos que mucha gente vive experiencias
increíbles que las sienten realmente en sus carnes sin que esto quiera decir
que algo en el mundo real se corresponda con estas experiencias. La mente es
poderosa. Ella crea la realidad para nosotros, si bien constreñida por la
información que recibimos del mundo alrededor. La mente puede crear realidades
alternativas independientes y totalmente incondicionadas por el mundo material.
Todos lo sabemos, porque todos hemos soñado alguna vez. Los sueños se sienten tan
reales como las vigilias, pero sabemos bien que en realidad estamos tumbados en
la cama o rompiéndonos el cuello en alguna silla. Si en un momento dado
nuestras mentes comienzan a crear realidades alternativas sin relación al mundo
material alrededor las llamamos alucinaciones. Una alucinación se puede deber a
múltiples causas, desde privación de sueño o comida, un golpe en la cabeza, un
tumor cerebral o una enfermedad mental.
En los tiempos en los que los humanos creían que los dioses intentaban
comunicarse con ellos a través de ligeros cambios en el firmamento, de
fenómenos meteorológicos y otros fenómenos naturales es lógico que muchos
concluyeran que tanto los sueños como las alucinaciones eran mensajes del más
allá. Un sujeto carismático con alucinaciones recurrentes tendría la
oportunidad de motivarse e inspirarse en ellas para alcanzar un papel
prominente en la sociedad de su tiempo, siempre que estas alucinaciones no se
llevaran su cordura por delante, al menos totalmente.
Todo esto es especulación, pero al menos en la actualidad un
tipo de trastorno cerebral muy bien documentado que conlleva un tipo de
personalidad con un perfil que encajaría perfectamente en la descripción de un
gran número de profetas, la “personalidad de lóbulo temporal”. Parece que para
entender este tipo de personalidad vamos a necesitar reflexionar sobre una
parte del cerebro que creo que es poco conocida, pero que tiene una importancia
vital en el proceso de nuestras emociones y está situada entre ambos lóbulos temporales:
el sistema límbico. El sistema límbico incluye órganos como la amígdala, el
tálamo y el hipotálamo o el hipocampo. Todas estas estructuras formarían la
parte más ancestral de nuestro cerebro, lo que en el pasado hubiera sido el
cerebro animal de nuestros antepasados reptiles. Esta zona recibe estímulos
sensoriales y está conectada con distintos centros cerebrales. De esta forma
gestiona nuestras reacciones emocionales ante las situaciones en que nos
podamos ver envueltos. Aquí es donde se desencadenan las emociones viscerales
como miedo, ira, placer, deseo sexual…
los impulsos básicos que rigen nuestras vidas. Otras áreas en el cortes
son las que median para que respondamos exitosamente a estas emociones,
moviéndonos, razonando, hablando, resolviendo problemas…
Imaginemos que podemos usar un Estimulador Magnético
Transcraneal, un aparato que es capaz de
crear una pequeña corriente eléctrica en distintas partes del cerebro, para
estimular algunas de estas áreas que hemos comentado. Si lo utilizáramos sobre
nuestro córtex veríamos distintos músculos en nuestro cuerpo comenzarían a
contraerse ¿Qué pasaría entonces si estimulásemos áreas del sistema límbico?
Algunos pacientes han descrito sentir algo como mil orgasmos comprimidos en uno
al estimularse un área llamada septo al frente del tálamo. El psicólogo
canadiense Michael Persinguer hizo la prueba con un aparato similar creado por
el mismo en los años 80 y dice haber experimentado un gran éxtasi místico. Su
experimento está envuelto en cierta controversia. Como ejemplo, no consiguió
ningún tipo de resultado en el conocido ateo Richard Dawkins. Este experimento,
que no ha podido ser replicado fiablemente se ha quedado en un ambicioso
intento de aislar un área del cerebro responsable del éxtasi religioso. En cualquier
caso hasta el momento el mejor invento a la hora de estimular el cerebro, es el
cerebro en sí mismo. Curiosamente existe una patología particular que produce
los mismo efectos que buscaba Persinguer, si bien con mayor potencia y en una
forma descontrolada que puede tener un gran impacto en la vida de los
pacientes. Estamos hablando de la epilepsia.
Un ataque epiléptico comienza cuando un grupo de neuronas
empieza a comportarse caóticamente lanzando impulsos eléctricos de forma
descontrolada. En su versión más dura este descontrol se extiende por todo el
cerebro provocando las terribles convulsiones que todos asociamos a los ataques
epilépticos. Pero existen otros tipos de epilepsia que se mantienen localizados
en un área particular. Antes hemos comentado el sistema límbico es el encargado
de gestionar nuestras emociones ¿Qué le sucede a un paciente que sufre un
ataque epiléptico en el sistema límbico? Lo que sucede es una explosión de
emociones. Distintos pacientes reportan haber experimentado emociones de todo
tipo, rabia, éxtasis, terror, desesperación en un grado de intensidad insólito.
Algunos pacientes femeninos declaran haber tenido orgasmos durante el ataque
(no existen casos en hombres).
El síntoma que nos ocupa en este artículo es quizás el más
curioso de todos. Es conocido como “hiperreligiosidad”. Los pacientes que
sufren este síntoma en particular reportan experiencias religiosas inmensamente
poderosas y conmovedoras. De repente todo tiene sentido en sus vidas y
encuentran un significado todo aquello que los rodea. Aunque estos episodios
puedan ser realmente cortos, en ocasiones alteran para siempre la vida de
aquellos que los experiencian. Los especialistas en ocasiones ser refieren a
ellos como “personalidad de la epilepsia del lóbulo temporal”. Cada individuo
por supuesto desarrolla una personalidad particular dependiendo de su propia
idiosincrasia. Pero como rasgos generales, a menudo estos pacientes se
atribuyen así mismos una gran importancia y encuentran significación cósmica en
pequeños detalles triviales para el resto, especialmente si estos tienen algún
tipo de cariz religioso. A menudo mantienen diarios de sus propias
experiencias, en algunos llegando a un comportamiento conocido como
hipergrafía. Este tipo de pacientes pierden interés en el sexo y otros placeres
humanos y se deleitan en los rituales y prácticas religiosas.
La verdad es que la existencia de individuos que viven este
tipo de experiencia tan transformativa le hace a uno ponerse a pensar. No sé si
todo el mundo, pero muchos hemos envidado a aquellos que sinceramente relatan
haber vivido experiencias místicas increíbles. Mucha gente pasa años meditando,
probando drogas psicodélicas y viajando para estudiar con oscuros maestros
místicos para satisfacer esa curiosidad espiritual. Leyendo el capítulo del
libro Vilayanur Ramachandran, que inspira este artículo aparece una descripción
de uno de los pocos pacientes que parecen responder fielmente al estereotipo de
su condición. Para mí su descripción, vistiendo camisas de algodón anchas al
estilo indio y su actitud de autoimportancia y absorción mística parece encajar
perfectamente con el típico iluminado que se fue a la India y en un determinado
momento recibió un revelación mística que le cambio para siempre y le convirtió
en un gurú. Esto me lleva a pensar que quizás aquellos que se pasan la vida
trabajando duramente para alcanzar este estado de liberación espiritual no lo
puedan alcanzar nunca, porque quizás, este solo suceda en casos particulares en
los que el cerebro de forma accidental sufre un shock que lo cambia para
siempre. Quizás si la persona a la que le sucede esto no tenía vocación espiritual
simplemente lo experiencia como algo curioso o extraño, mientas que para una
persona inmersa en una búsqueda espiritual este suceso es la respuesta a todas
sus plegarias. También se puede uno preguntar cuántos de los profetas de la antigüedad
podrían caer en esta categoría. Hay quienes han aventurado que todos los
profetas debían haber sufrido algún tipo de epilepsia de este género. Yo creo
que quizás eso sea exagerar, y echando un vistazo a la Wikipedia se hablaba de
un artículo en Nature que precisamente atacaba esta hipótesis. Pero si es
posible que en algunos casos sea cierto. Por ejemplo en una de las grandes
religiones más recientes, el Islam, el Hadiz, el segundo libro sagrado que
describe la vida del profeta pueda dar pistas al respecto. Hace poco leí acerca
de esto. Desgraciadamente no recuerdo la fuente con claridad, pero se
mencionaba como el Hadiz menciona que el
profeta sufría temblores y sudores fríos antes de recibir una revelación. Esto
podría apuntar en la dirección de que Mahoma quizás sí que sufriera esta epilepsia
del lóbulo temporal. En cualquier caso estamos hablando de personas que
murieron hace cientos o miles de años por lo que nunca lo sabremos con certeza,
pero es curioso especular acerca de la posibilidad. Esta condición neurológica
en particular me parece una de las más curiosas que existen y una de las que más luz arroja sobre
la condición humana y los aspectos más profundos de nuestra conciencia. Siento
mucha curiosidad por ver a donde nos lleva la ciencia en este respecto en las
próximas décadas.
Esta artículo está
inspirado en el libro “Phantoms in the Brain” de Vilayanur S. Ramachandran y de
él saco la mayor parte de detalles técnicos que se mencionan.
Imagen:
http://lastinieblasdelamente.wordpress.com/category/las-tinieblas-de-la-mente/meditacion/
Hola Albe, have you seen this? http://www.npr.org/templates/story/story.php?storyId=110997741
ResponderEliminar¡Gracias Silvia! Le he echado un ojo a ver si luego puedo leer lo con más profundidad. Esta interesante porque se contrastan las opiniones de excepticos con otros más abiertos ideas más trascendentes (Yo la verdad estoy más del lado de los escépticos).
ResponderEliminarSì, lo sé... yo (y el artìculo) también ;)
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