El descubrimiento de las ondas gravitacionales en LIGO




Recientemente un importante descubrimiento en el área de la física se ha estado paseando por las noticias. Se trata de una de las últimas predicciones realizadas por Einstein en su Teoría de la Relatividad que aún quedaba sin probar: las ondas gravitacionales.

El concepto en sí no  implica demasiada dificultad. Casi cualquier tipo de medio puede propagar ondas. Estas son energía que viaja a través de este medio haciéndolo contraerse y expandirse. Las ondas más familiares para nosotros son la que viajan a través de la superficie del agua. Pero una onda puede viajar por el aire, a través de objetos sólidos e incluso a través del vacío, moviéndose a través de un campo electromagnético.  

El espacio-tiempo no es una excepción en este aspecto y las ondas pueden viajar a través de él. Creo que la mayoría ya estamos familiarizados con la típica representación de la fuerza de la gravedad como un deformación del espacio tiempo. Nos tenemos que imaginar este como una especie de sabana, hundida por un objeto muy masivo, como el Sol, y después al dejar caer objetos más pequeños como nuestro planeta tierra, estos caen hacia el objeto mayor, pero debido a su gran velocidad, se mantienen girando en la pendiente en vez de dirigirse al centro. 

Con esta sábana en mente, no es difícil imaginar ondas recorriendo la misma. El problema es que este tipo de ondas son muy sutiles y difíciles de detectar. Aunque las ondas electromagnéticas atraviesan necesariamente la tierra, las únicas que se pueden detectar son las más potentes. Afortunadamente,  algunos tipos de eventos astronómicos crean ondas con de una gran fuerza, en comparación con las ligeras vibraciones que la atraviesan la mayor parte del tiempo, como si cogiéramos un remo y agitáramos con fuerza la superficie de una piscina. 

En concreto los únicos objetos tan masivos como para crear ondas gravitacionales detectables serían las estrellas de neutrones y los agujeros negros. Ambos fenómenos provienen del colapso de estrellas de una gran masa. Muy a menudo, un sistema binario, con dos estrellas girando una alrededor de la otra colapsa, y los resultantes agujeros negros o estrellas de neutrones se mantienen girando uno alrededor de otro. Es esta danza entre parejas de algunos de los objetos más pesados y poderosos del universo la que agita el tejido del espacio-tiempo de forma tan violenta que puede ser detectada. 

La forma de detectarlo es sencilla en teoría e infinitamente compleja en la práctica. Las ondas gravitatorias al atravesar el espacio tiempo, hacen que este se contraiga, junto con los objetos que están en el, como la tierra. Nos pondríamos imaginar la tierra estrujándose y estirándose al paso de las ondas y visualizaríamos el concepto que permite la detección correctamente. La dificultad se encuentra en que el ancho de la oscilación es menor que el diámetro de un átomo.

Dado el grado de complejidad del experimento, ha sido necesario crear un enorme proyecto solo para la detección de estas ondas. El nombre del proyecto es LIGO (Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory), y está coordinado por las prestigiosas universidades MIT y Caltech, con dos centros en Luisiana y Washington, en los EEUU. 

El experimento consiste en el uso de dos interferómetro (en la foto arriba) , uno en cada centro. Estos son básicamente enormes tubos de 4 kilómetros, en vacío, posicionados en perpendicular uno respecto al otro. Después, un laser se dispara y se divide para que parte de la luz recorra cada uno de los dos tubos, rebote al final de estos y vuelva al inicio. En ese momento un detector registra si se produce algún patrón de interferencia, y mediante este, es posible detectar si un tubo se ha contraído durante el experimento debido a una onda gravitacional, ya que si ese el caso, las ondas no llegarían al mismo tiempo.



Y esto es precisamente lo que los técnicos del LIGO encontraron durante la madrugada del 14 de septiembre de 2015, y lo que recientemente han confirmado haciendo llegar la noticia a la prensa mundial.
Aunque inicialmente pueda parecer un descubrimiento de no demasiada relevancia, las posibilidades de exploración que se abren en el campo de la cosmología son enormes. Hay que tener en cuenta que hasta ahora, las radiaciones electromagnéticas, como la luz o las microondas, eran la única forma que los científicos tenían de explorar el universo. Esto se debe a que de las 4 fuerzas de la física conocidas, el electromagnetismo, la gravedad, la fuerza atómica fuerte y la fuerza atómica débil, dos son de tan corto alcance que se restringen al núcleo del átomo. Y hasta ahora, la interacción gravitatoria era tan débil que las ondas vinculadas eran indetectables como ya hemos visto. Pero a partir de ahora se abre un nuevo espectro de posibilidades que nos puede llevar a observar objetos y fenómenos astronómicos nunca vistos.


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