Todos alguna vez hemos echado
mano de la omnipotente ley de Murphy para explicar todo tipo de sucesos
azarosos desagradables: la tostada cae del lado de la mantequilla, tu amigo que
viene con retraso llega cuando te acabas de ir, tu camiseta favorita no otra, desaparece durante las vacaciones…
¿Pero te has parado alguna vez a pensar en el origen de tal ley? Pues que lo
sepas, Murphy no es ningún ser mitológico, ni su ley una revelación de una
divinidad jocosa a la par que cínica y cruel.
Eduard Murphy fue un
oficial del ejército norteamericano que tras luchar en las fueras áreas durante
la Segunda Guerra Mundial empezó a trabajar como oficial de investigación y
desarrollo en el Centro Wright de desarrollo aéreo.
La famosa anécdota que da
origen a la hiperconocida y fatídica ley que porta su nombre, surge de la
participación de Murphy en un experimento que trataba de simular las fuerzas
que se producen en una deceleración brusca o en un accidente aéreo para poder
mejorar los sistemas de seguridad.
Durante la Segunda Guerra Mundial, se había asumido que un piloto puede
aguantar hasta 18g, 18 veces la fuerza gravitatoria normal, pero algunos
incidentes habían puesto este dato en duda. Por ello se puso en marcha el
proyecto MX981 para investigar con precisión que fuerzas puede soportar un
piloto.
Para ello se construyó un
decelerador de 500 metros sobre un rail inicialmente diseñado para hacer
pruebas de misiles. La idea era usar un deslizador, que fue bautizado como Gee
Whiz, para que este alcanzara la velocidad de un avión en vuelo y luego se le
paraba bruscamente con una serie de frenos hidráulicos. Inicialmente el
pasajero de este deslizador era Oscar Eightball, un dummy preparado para la
ocasión. Pero durante la preparación del experimento apareció John Paul Stapp,
un joven oficial médico con conocimientos de física que estaba decidido a ser
el mismo el pasajero de Gee Whiz. Stapp había hecho sus propios cálculos y
estaba convencido no solo de que un humano podía soportar 18g, sino de que
podría aguantar probablemente el doble. Cuando anunció su intención de
convertirse el mismo en dummy todos pensaron que estaba loco. Pero con sus
jefes a cientos de kilómetros de distancia nadie se decidió a impedirle
convertirse en parte material del experimento.
Antes de subir a Strapp
en un amasijo de hierros y lanzarlo a velocidades inauditas para frenarlo en
seco, se hicieron varias pruebas para las que Oscar Eightball se presentó voluntario.
En su primer viaje los frenos fallaron y Oscar salió volando disparado en medio
del desierto. Tras algún otro accidente el sistema parecía lo suficientemente
seguro y Strapp estaba listo para subirse a Gee Whiz. Su primer lanzamiento con
un solo propulsor ya le hizo enfrentarse a una fuerza de 10g y le pareció un todo
un subidón. Poco a poco se fueron añadiendo propulsores y valientemente Strapp
siguió subiéndose al deslizador incluso después de sufrir lesiones importantes.
Pasados algunos meses de pruebas Strapp no solo superó el límite de 18g, sino
que prácticamente lo dobló llegando a someterse a 35g.
Es en este punto del
experimento cuando Eduard Murphy entra en juego. Murphy había ideado unos
sensores que permitirían una precisión mucho mayor en las mediciones de las
fuerzas gravitatorias. Estos sensores se instalaron en las correas del
deslizador, pero tras hacer el lanzamiento, con Strapp sangrando por la nariz
dada la brusquedad de la parada, resultó que los sensores no habían detectado
nada. Lo que sucedió que había dos posibles posiciones para soldar los sensores
al equipo, pero el técnico que hizo el trabajo, a pesar de las instrucciones de
Murphy, cometió un error entendible y los puso al revés. Se ve que Murphy no se
lo tomó muy bien refiriéndose al técnico que instaló los sensores dijo algo
como: “si hay una forma de instalar esto de manera que haya una catástrofe lo
hará”. Para evitar futuros errores Murphy cambió el diseño para que solo se
pudieran instalar de la forma correcta.
Más tarde, en ruedas de
prensa, Strapp sacó la anécdota a colación. Un periodista le preguntó cómo
había habido tan pocos accidentes durante el experimento, y este dijo que
debido a que siempre tenían en consideración la ley de Murphy. Cuando el
periodista pidió una aclaración, Strapp le hablo de lo sucedido y de cómo es
necesario asumir que cualquier detalle puede traicionarte, por lo que es mejor
asumir que va todo va a fallar para encontrar una solución previemente. También
mencionó la frase original que entre unas cosas y otras y con el boca a boca,
pasó a ser “Si algo puede salir mal, saldrá mal”. La mítica ley de Murphy había
nacido.
Pronto esta nueva ley
ganó popularidad en el mundo del diseño aeroespacial, y finalmente dio su salto
al gran público convirtiéndose en la explicación de todos los improbables
pequeños infortunios de la vida cotidiana.
Una vez la “Ley de Murphy
“se hizo mundialmente famosa hubo un mucha controversia sobre quien es el
verdadero autor de la ley. Parece que esta se deriva claramente del comentario
de Murphy, pero el alma creativa fue probablemente Strapp. A Strapp le parecía
divertido acuñar leyes de cada detalle de su trabajo y la broma caló haciendo
que el resto del equipo nombrara todo tipo de leyes también. De hecho Strapp
formuló una ley con su propio nombre, La Irónica Paradoja Strapp: “la tendencia
universal a la ineptitud hace cualquier logro humano un milagro increíble”. Pero lo familiar del
nombre de Murphy la hizo mucho más pegadiza.
Pero igual que el
universo no está regido por una sola ley, tampoco lo está la mala suerte ni las
desgracias humanas. Otras leyes a considerar son:
La ley de Zappa: “Hay dos
cosas en la tierra que son universales, el hidrógeno y la estupidez.”
La Filosofía de Murphy:
“Sonríe, mañana será peor.”
La Observación de Baruch:
“Con un martillo la mano, todas las cosas parecen clavos.”
El Principio de las
Colas: “Cuanto más esperas en haciendo cola, más posibilidades hay de que estés
en la cola equivocada.”
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