Desde que hace unos años me empecé a interesar en las
matemáticas, hay un fenómeno extremadamente curioso que me mantiene fascinado.
A menudo uno se encuentra con conceptos matemáticos que a primera vista son
absolutamente nimios y banales, que tras una pequeña vuelta de tuerca resultan
ser ideas transcendentales que desvelan los secretos más oscuros del universo. Ideas
como
los números enteros usados desde la antigüedad para contar objetos y
propiedades tienen cualidades cuasi mágicas que tienen relevancia hasta en la
física cuántica. O los números negativos, que de una simple herramienta para
registrar deudas, pasan a convertirse en una parte esencial de nuestra realidad
y en una herramienta científica de primer orden. Esta conexión entre los usos
más cotidianos y mundanos de las matemáticas y el tejido más íntimo de la
realidad que nos rodea, me produce una especie de ligero éxtasis contemplativo,
me dibuja una sonrisa en la cara y me hace por unos momentos ser conscientes
del privilegio que supone poder ser testigos, aunque sea solo de destellos, de
los grandes misterios del universo.
Una de mis ejemplos favoritos de este tipo de secretos
mágicos son la proporción aurea, la serie de Fibonacci y su interconexión. Algunos conceptos matemáticos al ser enunciados
parecen simples juegos infantiles, pero observados con más atención descubrimos
en ellos propiedades maravillosas. Vamos a ilustrar esto creando una serie
Fibonacci. Esta empieza con 1 y mediante unas sencillas reglas nos permite
continuar hasta el infinito. Para generar el número siguiente a cada posición
de la serie, simplemente sumamos el último término al inmediatamente anterior.
Para empezar haremos una pequeña trampa y sumaremos 1 a sí mismo. El resultado
es 2. Ahora sumamos a 2 el término anterior. 2+1=3. Ahora a 3 le sumamos el
anterior. 3+2=5. Esto crea la siguiente serie: 1, 2, 3, 5, 8, 13... Así de primeras parece que no pudiera haber
nada más trivial ni desconectado de la realidad, pero resulta que la serie
Fibonacci encuentra su reflejo en la naturaleza. La relación entre el número de
ramas en un árbol, el posible número de pétalos en diversos tipos de flores, la
forma de ordenarse de los pequeños rombos de una piña… Esto en parte tiene que
ver con el hecho de que al ordenar una serie de objetos en un espacio natural
complejo como la superficie de una piña, surgen multitud de problemas. Si los
pequeños rombos en una piña se ordenaran en líneas mediante series más
regulares, quedarían huecos vacíos por un lado y en otras partes unos rombos se
subirían encima de otros. La serie de Fibonacci permite solucionar este tipo de
problemas de ordenación espacial. Esta propiedad también ha llevado a esta
serie a ser usada más recientemente por programadores buscando crear
generadores de números aleatorios. Por si alguien se pone a contar los robos de
las piñas o los pétalos de las margaritas, no esperéis la serie de Fibonacci
exacta en cada objeto. Pero si vais apuntando los resultados veréis que
estadísticamente tienen hacia ella.
De entre todas las curiosidades relacionadas con la serie de
Fibonacci lo que más me llama la atención es lo que sucede al dividir
cualquiera de los términos entre el término inmediatamente anterior. Os invito
a calcular los primeros números de la serie y probar lo que pasa. Rápidamente veréis
que los resultados rondan 1.6. De nuevo, haciendo la media de los resultados,
estos tienden hacia 1.618. Otra forma de obtener esta cifra sería midiendo los
lados de vuestra tarjeta de débito o DNI y dividiendo el lado mayor por el menor
¿Por qué? Porque este tipo de tarjetas están hechas siguiendo esta proporción
para resultar más atractivas, debido a la armonía expresada en sus medidas por
este curioso 1.618. Este es un número muy especial, una de las grandes
estrellas de la matemáticas junto a pi o e. Su nombre es fi, pero es más
conocido como la proporción aurea. El nombre se debe a que cuando las relaciones
entre las medidas de un objeto responden a esta proporción particular, los
humanos en general tendemos a considerar ese objeto más armonioso y bello. Fi
no se encuentra solo en las tarjetas de crédito. También aparee en miles de
obras de arte en las que el autor la incluye inconsciente o intencionalmente,
en cientos de edificios clásicos y modernos, en mobiliario y objetos cotidianos
y en las caras y siluetas de aquellos humanos que encontramos especialmente
agraciados. Al igual que sucede con la serie de Fibonacci fi se puede apreciar
en el mundo natural en las estructuras microscópicas de los cristales, en las
proporciones entre las venas y arterias en nuestro organismo o en la espiral de
ciertos tipos de caracolas.
Fi o la proporción o número áureo es un fenómeno a la vez
sutil y poderosamente bello. En la naturaleza se da una relación particular
entre las dimensiones de las partes de ciertos objetos. Y por alguna razón
nuestro cerebro ha desarrollado una capacidad de reconocer esta relación
particular y a otorgarle un valor especial en la forma en que el cerebro suele
hacerlo: premiándonos con una sutil descarga de placer al contemplar un objeto
que responde a estas proporciones particulares. Es difícil saber si esta relación
es totalmente independiente de la cultura en que vivimos. Pero su relación con
las proporciones de la cara de la gente que tendemos a encontrar bella parece
indicar un carácter universal y hasta cierto punto innato de esta tendencia.
Sobre la historia del uso artístico y consciente de fi no
existe un consenso. Pero muchos opinan que en la antigua Grecia Fidias
pareciera haber armonizado las medidas del Partenón con fi y Paltón, en su
descripción de los sólidos o poliedros que llevan su nombre, eligió varios que
destacan por incorporar fi en la relación entre sus partes. Pero no será hasta
el renacimiento cuando Luca Pacioli define explícitamente el concepto al que da
el nombre de la proporción divina. En el Renacimiento los grandes artistas
comienzan a incluir fi conscientemente en sus obras y desde entonces esta
proporción ha sido un sinónimo de armonía y belleza para todos los artistas
occidentales. En la actualidad fi es estudiada no solo por artistas, sino
también por científicos interesados en como los humanos percibimos la belleza.
Fi es también uno de los conceptos estrella en los libros de divulgación
matemática que buscan despertar esa chispa de interés por una disciplina bellísima
que tiene muy mala prensa entre el público en general.
Imagen:
http://www.deviantart.com/morelikethis/176092021/designs?view_mode=2#skins
Muy interesante! Como siempre!
ResponderEliminarGracias!!!
ResponderEliminarI'd never really heard of the golden ratio before (even though I studied maths..!) - it's really fascinating in terms of life and art as well as mathematical theory. Just been looking into DaVincis vitruvian man and asthetics! Thanks!
ResponderEliminarHave you considered writing in English too?