En 1982 el filósofo francés Auguste Comte intentó establecer
una lista con las áreas del conocimiento que estarán para siempre fuera del
alcance del hombre. Una de esas era la composición de las estrellas “podemos
ver como determinar sus formas, sus distancias, su tamaño, pero nunca podremos
saber nada de su composición química o estructura mineralógica”. Pocos años
después se demostró que Comte estaba muy lejos de haber acertado, al menos en
este punto.